25 - "Esperamos que el regalo incluído [...] sea de su agrado"

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-Estás bien? -me agaché frente a la mujer encapuchada.

-Perfectamente.

Ella se veía bien. Y muy familiar. Yo estaba casi seguro de quién era. Sólo que no sabía si ella sabía quién era yo. Aún llevábamos las máscaras. Ahí fue cuando me di cuenta de que necesitaríamos nombres en clave. Error de nuestra parte.

-Gracias por tu ayuda -dijo Nicole.

-Quién eres? -preguntó Brian-. Debes ser de la que habló Antony -Elias miró mal a Brian-. Perdón, de la que habló Máximo.

Antony, transformado por Elias e irreconocible había huido a latinoamérica con otra identidad (los papeles fueron suministrados por un contacto de Sombra).

-Ésa que le causaba problemas al Alto, pero que no siempre lograba detenerlo -dije yo, recordando las palabras del científico.

La que yo pensaba que era Melisa, la acompañante de Hans y espía de Sombra, escupió un poco de sangre al costado.

-Esa misma -dijo.

Si bien su inglés era muy bueno, no tenía acento ni americano ni Londinense (o de cualquier otra región del Reino Unido, que yo sepa). Me recordaba mucho al acento de Agustín.

-Quién eres? -repitió Brian.

-Eres Melisa, verdad? -pregunté antes de que ella evada la pregunta de Brian.

-Ustedes saben mucho más de lo que yo creía -dijo-. Y lo han obtenido de forma más fácil que yo, me parece.

-Quizás podríamos unir notas -ofreció Artemisa.

-Podría ser útil.

-Ahora no -dijo Atenea-. Tenemos que seguir a esas personas.

-Para que nos den otra paliza? -replicó Lisbeth.

-Es imposible -dijo Melisa-. Una vez que el alto se va...

Luego quedó pensativa.

-Aunque siempre -dijo luego-, siempre se olvida a una persona.

Dado que no había quedado nadie en la habitación lo más probable era que hubiera quedado alguien de las tres pruebas anteriores. Deseé que fuera Michelle. Aunque entonces me di cuenta de que no sabría cómo volverla humana de nuevo.

-Si ha quedado algún mutontti -dijo Melisa- llévate lo que hay en el caldero. Y si no, también. Debería devolverlos por un día a su forma humana. Tan humanos como nosotros.

Me acerqué al caldero con una bola de luz en mi mano. El líquido dentro de él se había solidificado, pero cuando lo golpeé se convirtió de pronto en unas doscientas pastillas. Formé una bolsa de luz y volqué el contenido en ella. Luego le lancé la bolsa a Elias, justo después de guardarme algunas pastillas en el bolsillo.

-Ven conmigo, Brian -le dije al que parecía menos golpeado-. Veamos quién quedó.

La habitación donde había estado No-Peter estaba igual que como la habíamos dejado: las herramientas y otras cosas de metal esparcidas por el piso, con una deliciosa cubierta de azúcar.

Pasamos a la habitación búnker, en donde había estado Frank. Aún estaba ahí, durmiendo. Brian lo pateó un poco para despertarlo.

-No quiero comida -dijo entonces el japonés, aún con los ojos cerrados-. Sólo la pastilla.

-Pues ven a buscarla.

El japonés abrió los ojos. Nos vio. Los abrió muchísimo más.

-Están vivos!

Dark LightWhere stories live. Discover now