46 - Yuju

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La situación no podía ser peor. El cañón de nuestra nave ya no existía.

-¡Chicas! Olvídense de los gramones. Si no los lanzamos con el cañón nos van a explotar en la cara -dije-. Tenemos que estrellar la nave. Preparen el teleportador.

-¡¿Estás loca?! -me gritó mi hermana, aunque ya estaba haciendo lo que le había pedido-. No vas a llegar a salir de aquí.

-Puedo moverme a la velocidad de la luz -acoté yo-. Soy la que tiene más probabilidades de sobrevivir.

-Esto no me gusta nada.

Volé en espirales por el lugar, usando de escudo la placa, que ya no se movía y había quedado en un lugar fija, y aprovechando las naves que nuestros compañeros ya habían abandonado.

-Aquí el primer escuadrón de la Tabla Periódica -anuncié por el comunicador-. Informe de lo que queda.

-Aquí el segundo escuadrón de la OPPLE -me respondieron-. Sólo quedamos ustedes y nosotros. Los demás disparos fueron desviados. Tres escuadrones fueron eliminados.

Estábamos muy mal. Tan mal, que lo más probable era que no lo logremos. Pero todavía quedaba mi plan. El escudo repelente de balas de los liberados repelía todo objeto físico que tocaba. Inclusive naves. Pero si la nave seguía funcionando y acelerando, iba a poder atravesarlo. Luego, debía cortar el vidrio delantero con mi espada. En una emergencia como esa, la nave ponía el teleportador en el agujero, para que en caso de que algo vaya a irse por ahí, se teletransporte en lugar de terminar en el espacio. De esa manera podía escapar con un impulso de luz por el teleportador justo después de traspasar el escudo.

-Liz, guarda el ilusionador y llévatelo, la nave tiene energía suficiente -pedí-. También llévate mi reloj, resultará muy útil si el teleportador las lleva a cualquier lado -se lo lanzé-. Me quedaré con la espada.

-Entendido.

-El teleportador está listo -reportó Lantano.

-Suerte, Neo -dijo mi hermana.

18 años después, por suerte, me la encontré de vuelta.

Saltaron las dos por el teleportador y desaparecieron.

Ya sola en la nave, enfilé derecho hacia el escudo.

-Segundo escuadrón, reporte -pedí a la OPPLE.

-Iremos contigo -me dijo el piloto.

-Saben lo que quiero hacer, ¿verdad? -pregunté, ya que me pareció raro.

-Sí, lo tenemos bien claro -respondió-. De igual manera, nuestro teleportador está roto.

Yo ya estaba acelerando a todo lo que daba. Iba a tener poco tiempo de saltar por el teleportador, iba demasiado rápido.

-Además -siguió hablando por nervios el de la OPPLE, que me seguía de cerca-, si fallamos no quedará galaxia. Mi hermano mañana tiene una audición, ¿sabes? El momento de su vida. Si fallo, ni siquiera habrá trabajado una vez. Sería demasiado triste.

El indicador de la nave parpadeaba, detectando algo así como una pared sólida, pero que clasificaba como material desconocido. Eso era, sin duda alguna, el escudo de los liberados, y estaba a sólo cuarenta kilómetros.

Un segundo después, lo atravesé. No iba a llegar a salir, no había manera. Ni siquiera llegué a blandir mi espada, y todo se volvió negro. Un negro mudo e interminable. Una sensación de caída que me recordaba a un sueño que había tenido de chica: me encontraba corriendo y me lanzaba a un cañón parecido al de Colorado, y caía en picado. Justo antes de estrellarme, despertaba. Pero esta vez no estaba ni en un cañón ni soñando. Ni siquiera veía un fondo.

Dark LightWhere stories live. Discover now