53 - Tenía la oblogación de ayudar

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Mucho tiempo después, me encontraba de vuelta en Etnod, el país del que yo era princesa. Me habían llamado de urgencia por la guerra que se avecinaba entre los reinos cercanos de Groa y Hagro. Estaba ahora en una reunión privada con cinco generales en jefe del ejército y el rey. El príncipe se encontraba demasiado lejos y no pudo acudir.

-El ejército está ahora apostado en un claro en Hagro -informó un general en jefe, bastante robusto y musculoso.

Tenía un aire de tipo serio. Creo que se llamaba Adar. Pero nunca me acordaría bien de casi ningún nombre de este mundo.

-¿Qué excusa dimos para que nos dejen entrar con tamaña fuerza? -pregunté yo, que había llegado a las apuradas y no estaba muy bien informada.

El llamado de urgencia me había llegado directo por la piel. El símbolo que me representaba, aún tatuado en la piel por mi maestro de matar monstruos, había quemado de repente. Tuve que acudir a las apuradas convertida en luz y corriendo por las cuevas como desesperada, arrastrando a Xyala conmigo, que había decidido acompañarme.

-Dijimos que los ayudaríamos a ellos -me dijo el rey.

El rey era un hombre que parecía de 50 años, aunque probablemente tenía bastantes menos. Su pelo ya era completamente canoso y hasta tenía algunas arrugas. Iba vestido tan formal como yo: absolutamente todo lo contrario. Tenía una voz grave y sonora.

-¿La idea es traicionarlos? -pregunté sorprendida-. Creí que íbamos a atacarlos por las espalda entrando por las cuevas.

-Eso sería traer la pelea demasiado cerca de Etnod. No es bueno para el comercio con los reinos de más arriba -informó.

-¿En cuánto se cree que empieza la batalla, aproximadamente? -pregunté.

-2 días, como mucho -respondió uno de los generales en jefe del que tampoco recordaba el nombre.

-La situación parece favorable -indicó otro-. La pelea será probablemente en las colinas que separan Hagro y Groa. El ejército de Groa es inferior en número pero están mucho mejor entrenados que los del imperio Hagro. Ni bien empiece la batalla vamos a separarnos del grueso del ejército de Hagro con la excusa de flanquear a Groa con los arqueros. En ese momento, nos damos la vuelta y atacamos al imperio.

El rey asintió fervientemente.

-Con nuestra ayuda, la derrota de Hagro parece asegurada -dijo-. Pero nos falta comunicación. Neo, necesito que veas a tu amiga en Groa y le cuentes el plan. Luego regresa al mando del ejército.

-Entendido.

¿Querías a un mensajero invisible que viajara a la velocidad de la luz? Y era la indicada. Por el módico precio de una orden de mi superior (el rey, por supuesto) lo hacía sin rechistar. Además, tenía ganas de ver a mi amiga.

Me puse a viajar en el momento. Como siempre Xyala me quiso acompañar, así que bajé de piso por las cuevas con alguien agradable. En el camino, aún lejos de la salida de las cuevas de bajada, escuchamos gritos de lucha. Nos apresuramos con las espadas desenvainadas (el último año le había estado enseñando a mi compañera) y llegamos a la escena. Un par de soldados con una armadura bastante pesada y extravagante luchaban contra un zubaru, un monstruo feísimo que parecía una mezcla de tiburón con tentáculos y pelo marrón pero en realidad no tenía nada que ver. Una descripción poco certera, pero era mejor que la que usaban en el libro del que había aprendido las debilidades del monstruo: por suerte para mí, la luz.

Xyala, que no sabía luchar contra monstruos aún, se quedó atrás con cara de querer haber peleado igual. Ya le enseñaría, pero para eso necesitaba que estuviera viva. Que siguiera así, además, me servía para mantener mi integridad mental. Me había encariñado mucho con ella. Era ya alguien muy importante para mí.

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