9 - Eso está bien. Y la paga?

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Primer dia de colegio luego de unos cuantos dias sin clase. La escuela había cerrado por reparaciones durante más o menos un mes, y los profesores ya estaban nerviosos. En biología, la primera clase del día, hicimos todo lo que probablemente deberíamos haber hecho en una semana. Salimos exhaustos al recreo, que duró lo que parecieron menos de cinco minutos, y volvimos a la tortura.

Nuestro profesor de matemática siempre estaba alegre y solía ser divertido. Hacía chistes y explicaba bien. Casi nunca nos daba tarea y, cuando lo hacía, nos daba poca. Pero hoy parecía deprimido por algo. Cuando entró a la habitación, me miró de tal forma que me estremecí. Estuvo callado casi todo el tiempo y fue la clase más aburrida del día -contando inclusive las que vinieron después-.

Todo continuó normalmente hasta que fue la hora de salir. Artemisa se acercó a mi. Ella me había empezado a caer mucho mejor y pasaba mucho tiempo en casa y fuera de la misma con ella.

-Me ayudas en algo? -dijo.

-Claro -asentí con la cabeza.

-Ves a esas dos personas? -señaló disimuladamente con el dedo a un hombre alto, que parecía en sus cuarenta y vestía formal, y a una mujer que parecía tener una edad mayor al hombre, que tenía el pelo canoso y vestía de la misma manera que el que supuse era su esposo. Lo entendí al instante.

No había mucha gente en la salida de la escuela, y la poca que había venía a buscar a sus hijos. No fué difícil entender lo que me quería decir.

-Son tus padres? -le pregunté.

Ella asintió.

-No quieres que te vean, verdad? -pregunté.

-No -negó.

Abrí mi mochila y saqué un pequeño cuaderno anillado. Hice una grilla y anoté algunas preguntas al azar.

-Cuando no miren, pasas.

-Dudo que te hagan tu encuesta -me dijo.

-Ya verás que sí.

Me acerqué a los padres de mi amiga con mi cuaderno.

-Perdonen, podría robarles un minuto? -pregunté educadamente, pero me miraron con cara de odio. Antes de que me rechacen, continué-. Es sobre la salud mental de los alumnos del colegio. Unos amigos y yo estamos haciendo un trabajo sobre ello para proponer la inclusión de un equipo de psicólogos, psiquiatras, etc.

Al instante, los dos padres me miraron. De reojo vi como Artemisa se escapaba corriendo. Mi plan había funcionado de maravilla. Terminé de hacerles la encuesta a ellos y a otros padres, para no levantar sospechas, y luego me dirigí a la librería.

El cartel fuera decía Latin's library. Yo todavía me preguntaba si sabían que aquí una librería era otra cosa y no un negocio de venta de útiles escolares. Pero cuando en los colegios circundantes conocieron lo que vendían, el negocio les funcionó de maravilla. Ahora, un cartel colgaba en la vidriera y rezaba we need people to work. Había que entender que el inglés de esa gente era un porquería, pero el mensaje se entendía. En realidad, yo sabía que los hijos de las dos familias que eran dueñas de la librería hablaban inglés tan bien como yo porque habían venido a vivir a Londres cuando ellos tenían 6 años, por lo que no entendía el por qué del cartel, pero supuse que era para mantener una imagen o algo parecido. Después de todo, no soy especialista en marketing o negocios.

Conocía al hijo de la familia argentina, Agustín, ya que iba a mi misma escuela y siempre nos juntábamos a jugar al golf. El hijo de la familia chilena iba a estudiar a otro lado, por lo que no lo conocía.

Abrí la puerta y entré al local. Dentro había una persona comprando un block de notas. Cuando me vio, Agustín, un chico de pelo morocho, ni bajo ni alto, que estaba atendiendo tras el mostrador, me saludó.

-Athan! Por el trabajo?

-Hola -lo saludé-. Si, claro.

-Será mejor que lo arregles con papá. Está atrás, sígueme.

Pasé del otro lado del mostrador y lo seguí por una puerta. Entramos a una habitación con un escritorio y una puerta cerrada en la derecha y otra en la izquierda.

-Papá -dijo en español, pero lo entendí porque estaba estudiando ese idioma como actividad extraescolar obligado por mi madre-. Cuánto vas a tardar?

Fue fácil entender que una de las puertas era un baño y que su padre estaba adentro. También me di cuenta de que quizás tendría que esperar un rato. Quince minutos después, el padre de Agustín salió del baño. Era un hombre que se veía joven. Era pelado y estaba vestido de manera informal. Me ofreció su mano y yo se la estreché, deseando que se hubiera lavado luego de terminar de hacer lo que estuvo haciendo.

-Hola -dijo el hombre-. Quién eres?

-Hola, me llamo Athan -me presenté-. Vengo por el trabajo.

Ah, si, si -dijo para sí en español y se restregó la barba, observándome-. Agustín me contó sobre ti. Dijo que eras confiable.

El hombre se sentó en la silla detrás del escritorio y me invitó a sentarme en la otra.

-Hacía mucho que no me siento este escritorio -sus intentos para hablar inglés eran inútiles-. Usé sólo para hacer entrevistas. Y no soy bueno hacer entrevistas.

-Me va a ser más fácil que me hable en español -le dije en su idioma.

-Sí -asintió-. Mejor. Suerte que sabés. Bueno, empecemos -se restregó las manos, como si fuera algo que le gustara hacer-. Por qué querés trabajar acá?

La pregunta no la había entendido muy bien. Yo estudiaba español de España y no estaba familiarizado con el pronombre vos. Pero más o menos sabía cómo funcionaba.

-Eso que tiene que ver con el trabajo? -le pregunté yo-. En qué cambiaría?

El hombre se levantó de hombros.

-Parecía una pregunta buena para entrevistas.

Genial. El tipo tenía un escritorio sólo para hacer entrevistas, pero no sabía hacerlas.

-Qué horario te gustaría? Cuántas horas semanales?

Ésa pregunta sí era útil.

-Treinta. Seis por día de lunes a viernes.

-Eso está bien. Es más o menos todo lo que necesito. Y la paga?

Estuvimos un rato discutiendo eso. Ya había hablado con mamá y papá cuánto necesitaría y cuánto me tendrían que pagar por hora.

Fue la entrevista más rápida de la historia. Agus ya le había contado todo lo que sabía de mí a su padre y su padre me dijo que él confiaba en su hijo, así que si él confiaba en mí era suficiente. Eso sí, me iba a poner una semana de prueba para ver si trabajaba bien y para que me aprenda todas las reglas y etcétera. Me puso a prueba ahí mismo. Agustín se quedó a ayudarme.

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