54 - Ese pueblo

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Los guardias del castillo de Groa apostados en la puerta se habían pegado un susto al ver aparecer el rayo de luz, pero como ya conocían mi manera de llegar, simplemente se callaron y esperaron a que me materialice.

Creo que se sorprendieron más de ver que llegaba con alguien que de que llevaba dos espadas en mi espalda en vez de una -para colmo una de ellas estaba dada vuelta, ya que la espada que le había quitado al fantasma flotaba y se volaba cuando la dejaba con la empuñadura apuntando hacia arriba-.

-Bienvenida, princesa Neo -me saludaron-. Y bienvenida sea su acompañante.

-Gracias, Lautaro -respondí a la única persona con nombre lógico en este mundo-. ¿Puedes organizar una reunión con su princesa, por favor?

-Si estuviera en el castillo probablemente podría -me dijo-. Pero salió sola hace alrededor de una hora.

-¿Dijo adónde?

-A animar al ejército, supuestamente.

Me mordí el labio. No iba a poder hablarle en medio de todo ese tumulto. Tenía que ser privado y secreto, o el imperio podría enterarse.

-La esperaremos -anuncié.

-Pasen entonces -invitó el guardia-. El salón de entrada está vacío, así que pueden esperar tranquilas allí.

-Gracias -dije mientras entraba con familiaridad.

El castillo, de un estilo parecido al gótico, no era muy grande (comparado con otros que había visto). Tenía un salón de entrada con un techo extremadamente alto pero que no tenía mucha superficie. Luego, contaba con un salón comedor, bastante más amplio que el de entrada, y uno principal, el más grande de todos. Una cocina en el ala izquierda, que también tenía la única torre que estaba ubicada atrás, y era asimétrica a todo lo demás. En el ala derecha estaban las habitaciones. No tenía ni siquiera un segundo piso, aunque contaba con muchos otros edificios afuera de la construcción principal.

Ese mismo día y en ese salón de entrada le di un beso a Xyala y comenzó mi larga relación con ella. Si bien ella no tenía ninguna marca en la frente como yo, no tuvo problema en estar con otra mujer, principalmente porque yo era un hombre en el cuerpo equivocado. Aunque me refiriera a mi masma con la "a", era principalmente por comodid, aunque muchos me echaron en cara que no debía hacerlo. Había tenido serios problemas en la galaxia con eso. Un día intente hacerme una cirugía, pero Elias me advirtió que mi cuerpo la rechazaría violentamente y tuve que evitarlo.

Pero volviendo a la guerra en cuestión, el comienzo de mi relación con quien más tarde me casaría no impidió el desarrollo del conflicto. Un rato después Lautaro ingresó al castillo para informarme que la princesa me había pedido acercarme a una taberna cercana al puesto de avanzada de su ejército para hablar con ella.

Llegamos allí unos dos minutos después. Era un lugar simple y casi sin decoraciones, muy al estilo de mi amiga. La dueña, una señora bastante adulta, nos dijo que nos esperaban en la habitación 6. Nos dio una llave y entramos.

Estaba completamente oscuro. Por suerte llevaba un poco de luz en el bolsillo y la saqué para iluminar. Yo no la necesitba -persentía todo estupendamente- pero Xyala no veía nada. Y la princesa de Groa, Jania, estaba medio borracha, sentada en un escritorio con la cabeza descansando en la mesa y babeando sobre su pelo rubio despeinado. Una vista digna de una soberana. Devolví la llave de esa habitación y alquilé la 7, donde dormimos con Xyala hasta las 8 del día siguiente (todavía era de noche). Mientras desayunábamos, Jania, ya más lúcida y limpia, vino a saludarnos.

-¡Hola, Neo! -dijo con su voz alegre y entusiasta de siempre-. ¡Qué bien te ves hoy!

Me veía igual que siempre: mi cuerpo no podía cambiar ni por cirugía, no crecía físicamente por los viajes dimensionales de mi profesor de matemática y llevaba la misma armadura autolimpiable desde hacía algunos años.

Dark LightWhere stories live. Discover now