7 años después, en una taberna en el piso 18, tomaba un vaso de agua de a sorbos, mientras observaba el ambiente familiar del ruido y la risa. Dado que mi trabajo constaba principalmente de viajar matando monstruos, no tenía casa ni lugar estable, así que vivía en las tabernas. El ambiente no me molestaba y había algunas bastante cómodas, además de comida cocinada -mis habilidades culinarias no son de las mejores-.
Esta vez me encontraba en una ciudad bastante grande. Había matado un monstruo asqueroso en las alcantarillas y, luego de darme un baño en mi habitación recién alquilada, había bajado a cenar. Media hora despues, la comida aún no estaba y ya me estaba aburriendo. El vaso de agua se me había acabado hacía rato, y ya había afilado mi espada, así que no tenía nada para hacer.
Esperando enterarme de algún otro trabajo, me acerqué a la mesa común. Todas las tabernas tenían una de esas. Una mesa grande en la que entraban alrededor de treinta personas, en la que uno se sentaba para hablar con todos: lugareños, extranjeros y cualquier otra gentuza. Allí me había enterado de muchos trabajos míos.
Sentándome cerca de una esquina, le avisé a la camarera que me cambiaba de mesa, así me llevaba mi comida adonde iba a estar en cuanto estuviera lista.
Cuando observé la gente sentada en la mesa, me sorprendí al encontrar dos caras conocidas: dos comerciantes que parecían opuestos uno del otro, llamados Graso y Laso. Los había concido en el piso veinte y, como ambos bajábamos, acordamos que ellos me llevarían en carreta y yo los defendía. Tenía un grave problema para viajar por luz por las cuevas que comunicaban los pisos: eran tan irregulares y en algunos lugares tan pequeñas que, cuando era luz, con sentidos reducidos, no podía ver por dónde iba, chocaba y me perdía. Así que para cambiar de piso debía transitar a pie los caminos.
Graso, flaco como un palo, pero muy alto, también me notó.
-Laso, ¡mira a quién tenemos aquí! -gritó como para que lo escuchen desde las ciudades vecina-. ¡Pero si es nuestra amiga Neo!
Sonreí mirándolo con cara de "te voy a matar" y respondí.
-Hola, estafador.
-Huahahahah -rió fuerte Laso, que era un gordo de dos metros-. ¡Que gran encontronazo!
Laso tenía una tendencia a la risa fuerte y a agregarle "azo" a la mitad de las palabras que decía.
-¿Cómo va el negocio? -pregunté.
-Próspero como siempre -respondió Graso.
O sea, le estaba yendo peor que a Napoleón en Rusia.
-Increíble -comenté verdaderamente sorprendida-. ¿Cómo carajos haces para mantener el negocio así?
-Con esfuerzo -dijo un poco alto Graso, para tapar la voz de Laso.
-Somos unos ladronazos increíbles -dijo emtusiasmado el gordo.
Siempre eran igual. Graso quería mantener una imagen positiva y Laso no se daba ni cuenta de que decir que robaban lo perjudicaba.
-Cállate -Graso codeó a Laso.
-Si, si.
-¿Quién es la señorita entonces? -preguntó otro hombre que estaba sentado a la mesa.
Estaba mal visto mantener conversaciones privadas en la mesa grupal. Además, no había ido a la mesa para tener una conversación amistosa.
-Ojo con ella, que la he visto matar un frole con mis propios ojos -advirtió Graso.
Ese comentario era preciado para mí. Me estaba haciendo propaganda. Se lo agradecí internamente.
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Dark Light
AdventureHace mucho, mis padres murieron en un accidente automovilístico. Yo estaba allí presente, aunque no recuerdo mucho de él, principalmente por los productos químicos que cayeron del camión que los transportaba, el otro vehículo involucrado en el accid...