4 - Hacía mucho que no salías de allí?

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Comenzó el plan.

Elias se transformó en una mosca y voló a mi bolsillo. Cambié mi arco por una lanza y cargué hacia el enemigo. Luego me di cuenta de que la lanza no servía mucho para pelear contra varios a la vez y recibí varios golpes. Intenté cambiar mi arma otra vez, pero un muto rápido me embistió y caí al suelo. Atenea se encargó de mi muerte. Una bocina resonó por todo el lugar. Cerré los ojos y los oídos -una técnica extraña que me había enseñado Elias, según él creada específicamente para ignorar Brians, pero que sólo nosotros podíamos usar por el suero- para que no me sobresalte por algo que vea o escuche, me mueva sin querer y arruine el plan.

Unos segundos después, sentí los dedos de una mano de mujer en mi cuello. La quitó rápidamente. Pasó un tiempo en el que estuve ahí tirado, quizás una hora, quizá mas. Luego, sentí de nuevo una mano en mi cuello, esta vez más gruesa y áspera, y un olor asqueroso. Después me levantaron de las axilas y me llevaron a rastras por el bosque, hasta que sentí que caía y golpeaba contra un piso duro. Esperé un poco, para dejar que quien o quienes me hayan traído se vayan.

-Ya se fueron -me anunció Elias, que había salido de mi bolsillo y había vuelto a ser humano a mi lado-. Es raro -dijo-. Para todos los que matamos en anteriores peleas, aquí hay muy pocos mutos.

Eché un vistazo a mi alrededor. El lugar era una especie de cueva vacía. Había dos mutos muertos contra una pared. Casi no había luz, así que debíamos de estar bastante profundo. Volví a sentir el cosquilleo extraño en mis manos. Intenté mantenerlo, agarrarlo. Por un momento todo se oscureció aún más.

-Tenemos que irnos -me dijo Elias, que estaba observando a los mutos que yacían en esta cueva-. Deja de hacer lo que sea que estás haciendo. En vez de que haya más luz, la estás quitando. Quiero hacerle unas preguntas a quien maneje todo en la cárcel.

-Vamos entonces.

Avanzamos hacia la salida. Elias me contó que, desde que él estaba en las celdas, ya había luchado al menos cinco veces contra los mutos.

-Debería haber muchos más -dijo Elias-. No entiendo a dónde pueden haber ido.

-Apurémonos y averigüémoslo -dije yo-. Eso sí. Una pregunta: Cómo hicieron para llevar a nuestros compañeros de vuelta a las celdas sin dormirnos? Yo no recuerdo haberme dormido.

-El gas que usan es más liviano que el aire -me explicó-. Sube. Así que si estás en el piso, no te llega a dormir.

-Y que pasaba si ustedes se tiraban al piso? -pregunté-. No podían escapar?

-Si hacíamos eso no quitaban la cúpula -respondió-. Así que nos terminábamos muriendo de sed y nos arrastrábamos a las celdas.

Llegamos a la salida de la cueva.

-No vi ningún otro muto en el camino hasta aquí -dijo Elias-. Aquí pasa algo.

Salimos al exterior. Recién era el mediodía, y el sol nos alumbraba desde lo alto. Hacía calor. Miré a Elias, que se estaba tapando los ojos.

-Hacía mucho que no salías de allí? -le pregunté, señalando a la mansión, que de noche me había parecido una escuela.

-Dos meses -me respondió-. Quien sea el líder en esta cagada me las va a pagar.

No lo contradije. Pensaba lo mismo.

Comenzamos a caminar hacia la casa-prisión. No nos tomó mucho tiempo, la cueva estaba bastante cerca.

-Cómo entramos? -le pregunté a mi compañero.

-Por arriba -dijo-. Si miras, la casa es más chica por allí. Va a ser más difícil que nos descubran. Vamos bajando, vigilando habitación por habitación, e inutilizando a las personas que encontremos. Dudo que sean muchas, igual.

Dark LightWo Geschichten leben. Entdecke jetzt