CAPÍTULO 2

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POV Alba

Removí abstraída los restos de la lasaña vegetal, sin prestar demasiada atención a ninguna de las conversaciones que habían sobre la mesa. Por norma general solía ser de esas personas que se relacionaban con facilidad y no les resultaba difícil hablar de cualquier cosa, pero debía reconocer que mi humor chispeante había sufrido una pequeña decaída.

Levanté la mirada de mi plato para volver a observar el restaurante. Un gran número de mesas unidas entre sí se distribuían en dos filas para separar a los más pequeños de los adultos; todos hablan de forma animada, casi sin escucharse los unos a los otros, y pude ver enseguida ese ambiente hogareño del que Noemí tanto nos había hablado.

Ellos son una familia, y nosotros somos los intrusos.

Casi sin querer, mis ojos cayeron en la morena que pocas horas antes había visto bailar. Su atención ahora estaba por completo en un pequeño grupo de niñas que - a pesar de las advertencias de Noemí - habían conseguido reunirse alrededor de ella y los que suponía que eran sus amigos, y mientras una de las pequeñas parecía contarle la Biblia en verso, la chica del septum se encargaba de sonreírle con cariño y acomodarle el flequillo que tanto se parecía al suyo.

Me preguntaba cómo alguien podía parecer tan tierna y accesible, y a la vez ser una completa estúpida.

<< — ¿Y tú quién eres?

Fruncí el ceño extrañada por su elección de palabras. Quizás fue el tono lo que más desprevenida me pilló, o la mirada seria que enmarcaban esas larguísimas pestañas.

— Alba, Alba Reche. — Contesté sin darle demasiada importancia —. ¿Y tú?

En cuanto sus labios hicieron el amago de separarse, escuché la voz de mi padre aparecer por el fondo el pasillo. Hoy era el día de las interrupciones.

— Hola papá. — Dije en forma de saludo en cuanto estuvo lo suficientemente cerca como para darme un beso en la frente.

— ¡Alba, cariño! Paul me ha avisado de que estabas por aquí y he venido a buscarte al ver que no aparecías por mi despacho.

En seguida relacioné el nombre de Paul con el chaval de media melena que no dejaba de sonreírle a la pantalla del teléfono.

— Sí... Bueno... Me he perdido un poco.

Y el melenas tampoco es que hubiese sido de mucha ayuda.

— ¡Natalia, cielo! No sabía que aún estabas por aquí.

La voz de Noemí hizo que volviese a prestar atención a la bailarina que nos observaba desde el centro de la sala, sus cosas ya recogidas colgando de uno de sus hombros.

Natalia... ¿De qué me sonaba a mí ese nombre?

— ¿Ella es Natalia? ¿La magnífica e inigualable Eilan Bay? — Exclamó mi padre con tanta efusividad que casi tuve que contenerme para darle un codazo. Qué bochorno —. No te puedes ni imaginar la de maravillas que habla esta señora de ti. — Agregó pasando un brazo por encima de la mujer que se había convertido en su socia —. Tenía muchísimas ganas de conocerte en persona.

La morena llevó una de sus manos al aro que colgaba de su nariz, y yo irremediablemente me fijé en el tatuaje de aire étnico que ocupaba gran parte de su muñeca. ¡Vaya!

Mi padre me había comentado algo sobre el ojito derecho de Noemí y de lo lejos que estaba llegando en el mundillo, aunque a decir verdad no me la imaginaba tan... Tan... Así.

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