CAPÍTULO 42

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POV Natalia

Dejé de leer en cuanto unos brazos rodearon mi cuello desde atrás, anticipando la batería de besos en mi mejilla que me hizo sonreír.

— Buenos días, cariño. — La acaricié por encima del jersey.

— Dime que has dormido algo, por favor.

— Lo he hecho. — Prometí para su tranquilidad —. Y también he preparado tortitas.

Abrió la boca de par en par con entusiasmo, y me reí de la ilusión en su mirada. Bueno, puede que también me estuviera riendo del nido de pájaros en el que se había convertido su mata de pelo rosa.

— ¿Con sirope de caramelo?

— Eso ya se lo echas tú.

— ¡Dios mío, Nat! Te amo. — Exclamó corriendo hacia la cocina.

Puede que entre ahogar los dramas y cierta distracción ayer no estuviera al pie del cañón, pero no verle sacar el teléfono durante toda la noche me olió enseguida a chamusquina. Estuvo toda la salida evitándome y escabulléndose con las demás, al menos hasta que nos metimos en el taxi y no tuvo de otra que hablarme del tiempo, así que viendo todos sus esfuerzos por evitarlo, esta era mi mejor manera de subirle el ánimo. De momento. 

— ¿Puedes amarme mientras me matas, por favor? — Pedí devolviendo mi atención a los papeles.

— ¿Y entonces quién me va a hacer tortitas un día de resaca?

— Pues tortitas no, pero María compra unos churros de muerte.

— Ya... — Apareció de nuevo con el plato que le había preparado y el bote de caramelo —. Yo es que siempre he sido más de desayuno americano.

— No me digas... — Bomeé haciéndole sitio —. Más de una década de relación y no me había dado cuenta.

Poco después ya me había obligado a recogerlo todo para que me uniera a su desayuno. Discutir con Ici cuando no estaba de humor no era nunca una buena idea, y atreverse a llevarle la contraria, mucho menos. Era de esas personas que nunca levantaba la voz, pero tampoco le hacía falta cuando te dedicaba una de esas miradas amenazantes.

— Saben diferente. — Comentó al tercer bocado.

— Eso es porque te has pasado ocho pueblos con el caramelo, tía. — Me quejé notando como se me pegaba en el paladar.

— Que no, que nunca hay suficiente caramelo. — Descartó partiendo otro trozo —. Es algo más.

— Ninqui hiy suficienti cirimili. — Me burlé —. Vamos a morir todas de diabetes, da gracias a que me encargo yo de administrar el azúcar en esta casa, señora médico.

Me sacó el dedo del medio mientras acababa de masticar.

— Ahora en serio — habló en cuanto pudo —. ¿Qué les has hecho?

— Les he substituido algunos ingredientes por cosas de origen vegetal. — Admití dejando mi tenedor sobre la servilleta.

— ¡Anda! Mira que eco-friendly nos estamos volviendo últimamente.

— Me gusta probar cosas nuevas. — Le resté importancia.

— Y a mí ser tu conejillo de indias, así que sigue experimentando conmigo todo lo que quieras.

— Lo iba a hacer igual, cariño. — Aseguré con una sonrisa de medio lado —. Vivimos juntas, te ha tocado.

— Ici es una chica con suerte.

Come Out And PlayWhere stories live. Discover now