CAPÍTULO 31

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POV Alba

A María solo le faltó venir a ella misma a Elche para asegurarse de que todos estábamos en su fiesta, pero cuando acepté hacer el viaje, no pensé que su pequeña reunión de amigos fuese toda una farra en la que reinaba la música a todo volumen y el alcohol.

En realidad era María. Tenía sentido.

Aferré mis manos a ambos lados de la pica, observándome en el espejo como si no reconociese a la persona que me observaba al otro lado. Yo ya había pasado por esto. Era como vivir un enorme dejà vú con la novedad de que ahora escocía.

Y eso me estaba increpando aún más.

<<— ¡Albita! ¿Seguro que no vas a querer tomarte uno de mis zumitos especiales? — Giré para encontrarme a Pablo apareciendo entre el gentío —. Mira que eso te pone a tono enseguida, eh.

Sonreí negando al ver el líquido azulado que contenía su copa. Demasiado estaba rulando ya ese brebaje por la casa y me apetecía muy poco llegar a ese nivel de descontrol. Mucho menos con mi hermana pequeña por aquí.

No me había parecido tan mala idea traerla para conocer a mis amigos. Además, ella se había puesto súper pesada al enterarse que iba a estar aquí su idola y, al final, había conseguido lo que quería: la había conocido. Y no solo eso, sino que la morena había intercambiado más palabras con ella en un minuto de lo que lo había hecho conmigo en toda la noche. Todo bien.

No estaba molesta. Para nada.

— ¿Quieres que vaya a por ella?

Me hundí más en el pecho de Carlos al notar cómo sus brazos me envolvían desde atrás. Esta noche se había presentado como una oportunidad para estar juntos, para disfrutar de un rato con los chicos antes de irnos a su casa, para que mi mente se tranquilizase al comprobar que todo estaba bien, que yo seguía siendo su Alba y el mi Carlos... Pero el plan me estaba saliendo como el culo.

— No. Es mayorcita, tiene que aprender a cuidarse sola.

Dejé de mirar al centro del salón para dar media vuelta y besar sus labios con calma. Lo último que quería es que él estuviese preocupado también.

— Princesa, es tu hermana, es normal que quieras cuidarla. — Razonó separándose —. Esos chicos parecen un poco sabandijas.

Volví a echar un vistazo por encima del hombro. No pintaba bien, y no solo para mi hermana.

¿Podían tener esos tíos las manos más largas?

— ¿Quienes son los dos maromos que se están comiendo a Natalia y a Marina? — Preguntó Miki llegando hasta la zona elevada de los sofás, de la mano de Joan. — Me están poniendo nervioso hasta a mí.

No ser la única a la que le estaba irritando la situación me consoló. La casa de campo de los abuelos de María era lo suficientemente grande como para que pudiesen tener un poco más de espacio personal.

Ici se separó de Paul para estirar el cuello en busca de su mejor amiga. No le costó mucho encontrarla, era difícil no verla con ese top blanco resplandeciente y los pantalones rojo chillón.

— ¡Ah! — Exclamó tras analizar la situación —. No os preocupéis por Tommy, el único peligro ahí abajo es Hugo.

— ¿Cuál de los dos es Hugo? — Demandé rápidamente.

— Tranquila, gatita menor, que es el canario de los rizos. — Paul levantó la mano visiblemente afectado —. Tu hermanita está a salvo.

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