CAPÍTULO 41

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POV Alba

Atrapé entre mis puños su melena azabache, devorando su boca con el mismo desenfreno con el que ella había atacado la mía.

El alcohol y los roces en la pista de baile habían llegado a un punto insostenible, detonando en el momento en el que cerró la puerta del baño privado en el que nos habíamos metido. No quería saber cómo había conseguido la llave para entrar, solo quería apagar el incendio que se había estado acumulando durante toda la noche.

No, no quería apagarlo. Quería verlo todo arder.

— ¿Cuántas copas llevas? — Preguntó con la respiración acelerada.

Desplacé las palmas hasta sus mejillas, cruzando con mi meñique los aros plateados que colgaban de sus orejas y utilizando los dedos como agarre para que no se atreviera a alejarse más.

— Creo que tres y las cuatro cervezas del bar. — Contesté rozando sus labios con cada palabra —. ¿Tú?

— Puede que un poquito más.

Estaba segura de que había sido más que un poquito, pero su risa chocó contra mi saliva y eso me alentó a volver a perderme en el interior de su boca.

No importaba, ya hablaríamos sobre ello después. Porque por muy borrachas que estuviéramos todas, la excusa de fumar no nos iba a durar eternamente.

— Te juro que no puedo con esta falda.

Suspiré cuando coló sus manos por dentro de la tela, viajando por mis muslos y subiendo la prenda a mi cintura en el proceso.

— Y yo no puedo contigo. — Confesé presa del momento.

Sus pasos me hicieron retroceder hasta chocar con el mueble del lavamanos, nuestras frentes pedagas y las respiraciones aceleradas mezclándose entre sí.

— Sube.

Me impulsé para quedar sentada sobre el borde del mármol, pero enseguida abrí mis piernas lo suficiente como para que ella pudiera ponerse entremedio. La superficie estaba jodidamente fría en comparación, pero eso equilibraba nuestra diferencia de altura y nuestras bocas quedaron al mismo nivel.

— ¿Qué hago contigo, Alba?

Subí mis manos por su cintura, recorriendo su abdomen marcado con las yemas de mis dedos mientras observaba sus profundos ojos pardos.

— Olvidarte de todo. — Susurré contra sus labios —. Como yo.

Llegué al borde de su top de encaje, rodeando suavemente sus pechos para pasar mis dedos por su cuello.

— Juguemos, Nat.

Su lengua acarició mi boca entreabierta e inhalé con fuerza cuando apretó con sus manos mi culo, juntando todo lo posible nuestras caderas.

— ¿Qué quieres, Alba? — Murmuró llena de sensualidad —. Pídemelo.

Me estaba poniendo a prueba, porque era bastante obvio para ambas lo que quería.

— Quiero que me ayudes a correrme, Natalia... — Contesté cruzando mis piernas por detrás de ella —. Porque estoy fatal.

— ¿Estás calentita, gatita? — Sonrió burlona.

— ¿Últimamente? Siempre. — Me sinceré.

Mordió mi labio con delicadeza observándome de una forma que me estaba matando de anticipación.

— Del uno al diez... ¿Cómo de importantes son estas medias para ti?

Bajé la mirada para darme cuenta de que sus manos habían acabado trasladándose hasta mis ingles.

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