CAPÍTULO 35

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POV Natalia

Me extrañé cuando escuché música electrónica saliendo de mi sala.

Tampoco es que fuese de mi propiedad, pero nunca nadie solía pasar por allí y mucho menos en horas de clase. El sonido aumentó cuando abrí la puerta metálica que lo amortiguaba, encontrándome con una larga melena rubia sacudiéndose al ritmo del beat.

Cerré tras de mí antes de apoyarme contra la pared, contemplándola con detenimiento. El movimiento de sus caderas poco tenía que ver con el contemporáneo y las ondulaciones de su cintura se pronunciaron en cuanto se estiró en el suelo. Podrían decir misa sobre edad en el baile, pero la francesa sabía lo que hacía y apostaba todo lo que tenía a que era capaz de patearles el culo a más de uno de por aquí, incluso fuera de su especialidad.

— ¿Te gusta mirar, Eilan? — Preguntó sentándose sobre sus talones.

Sus ojos pardos se clavaron en los míos llenos de provocación, igual que la sonrisita de medio lado con la que enseñaba los dientes.

— Sí.

Soltó una carcajada apartándose de los hombros las ondas doradas, dejando al descubierto sus clavículas marcadas y su leve bronceado.

Parecía una leona. Era una leona.

— No sabía que te iba DJ Snake.

Se puso de pie de un saltó y se dirigió a la mesa para beber de su botella de agua.

— A mí me van muchas cosas, amor. — Replicó del mismo modo que yo haría.

Subí las cejas sonriendo y empecé a cruzar la sala, fijándome en las curvas que acentuaban su escaso uniforme deportivo. Debía hacer mucho frío en Francia para que aquí se decidiera por unos pantalones cortos y top en pleno enero, pero tenía unas piernas y un abdomen dignos de admirar.

— ¿Cómo han ido el resto de las Navidades con la nena?

El recuerdo de todo lo que habíamos hecho estas fiestas me hizo sonreír con franqueza.

— Lo hemos pasado muy bien. — Aseguré —. Gracias de nuevo, te debo una.

Muy gorda, además. Dejó su botella a un lado sin dejar de mirarme y luego se acercó.

— No me debes nada. — Puso una mano en mi brazo —. Me merece la pena ver el brillo de tu mirada al recordarlo, así que todas ganamos.

Reí bajando la vista a mis deportivas. Marilia podía bien ser de las pocas personas del universo que me caldeaban el corazón con tan solo hablar de ella, y haberla tenido con mi familia tantos días, había sido el mejor regalo de todos.

— Por cierto, siento mucho haberme tenido que marchar tan de repente, de verdad querría haber ido a la esa comida.

Negué restándole importancia, porque en realidad no la tenía.

— Ya te dije que no te preocupes, ya buscaré otra forma de compensarte.

— Sí, estoy segura de que algo encontraremos.

No había visto el doble sentido de lo que había dicho, hasta que lo vi en el brillo pícaro de sus ojos negros. Estaba un poco atolondrada últimamente.

— Eres una malpensada. — Rodé los ojos y ella se separó.

— Y tú también, por eso nos entendemos tan bien.

Caminó hasta el banco y subió uno de sus bambas para apretarse el nudo de los zapatos.

— No sabía que habías vuelto.

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