CAPÍTULO 18

18.2K 734 397
                                    

POV Alba

Apreté con más fuerza los extremos de la chaqueta contra mi pecho. Quedaban dos días para la entrada de diciembre y allí fuera hacía un frío que pelaba, pero tenía que hacerlo. Habían pasado más de tres horas desde que llegamos a casa de Sam, y yo ya no aguantaba más con la mosca detrás de la oreja.

—¿Se puede saber qué te pasa a ti ahora?

Su cabeza se movió lo justo para poder verme por encima de su hombro. Nos quedamos así durante unos segundos, pero entonces volvió a su posición dando otra calada al cigarro.

— Te vas a poner mala, Alba.

— Me da igual.

Inclinó su barbilla hacia el cielo, dejando que el humo escapara de entre sus labios y que las últimas horas de sol incidieran de lleno en su garganta. Su perfil era arte.

— A mí no.

— ¿Ah, sí? Pues no se nota.

Negó levemente y nuevos mechones se escaparon de la coleta baja que los apresaba. Puede que fuese muchas cosas, pero yo de tonta no tenía un pelo.

Me había dado cuenta enseguida de los intentos de Natalia por rehuir cualquier tipo de conversación en la que estuviese involucrada, cómo se distraía con la guitarra cuando le convenía y cómo se entretenía contando algo a alguno de sus amigos cuando intentaba acercarme. Y ya se me estaban hinchando los ovarios.

Yo no tenía por qué sentirme mal, no había hecho nada.

Me acerqué hasta el borde de la terraza y miré al mismo horizonte rojizo del que no quitaba ojo.

— ¿Qué te pasa? — Insistí después de dejarle un tiempo —. ¿Qué terrible cosa he hecho ahora para que estés de morros? Porque con los demás estás bien.

— No estoy de morros.

Fruncí el ceño mirándola con detenimiento.

— Pues avísale a tu cara ahora mismo, que parece que no lo tiene tan claro.

Suspiró apagando el cigarro a medio terminar en el cenicero.

— No me pasa nada, solo estoy cansada.

— ¿Y por que no eres capaz ni de mirarme a los ojos? Natalia, que nos conocemos...

Puso los ojos en blanco girando su cuerpo hacia mí, brindándome por completo su atención.

— Ya está. ¿Contenta?

— No. — Solté ofendida —. ¿Me lo vas a decir? ¿O vas a seguir comportándote como una cría berrinchuda en el patio del cole?

— No es contigo, Alba. Cálmate.

— ¿Y entonces?

— Entonces es que Paul está muy pesado, y no quiero que te meta ideas que no son en la cabeza. Ya está.

— ¿A mí? A mí me la suda lo que diga Paul. — Aseguré encogiendo la nariz —. Y a ti también debería.

No iba a negar que sus comentarios con doble sentido y sus miraditas al principio me ponían un tanto de los nervios, pero a esas alturas ya me daban igual. Nunca me había importado lo que dijesen los demás, no iba a empezar ahora.

— Y me la suda, pero no quiero que eso afecte a nuestra profesionalidad. No sé...

Bajó la mirada a sus botas, escondiéndose detrás de esas kilométricas pestañas, y yo me avancé antes de que su mano pudiera llegar a su septum.

Come Out And PlayМесто, где живут истории. Откройте их для себя