CAPÍTULO 66

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POV Alba

Barcelona (España)

Envolví su torso con mis brazos, pegándome por completo a su espalda, mientras me estiraba lo suficiente como para presionar mis labios contra su nuca. Sus manos encontraron las mías por encima de su abdomen y, ese simple contacto, fue el que hizo que cerrara los ojos.

Apenas recordaba toda la paz y la tranquilidad que sentía a su alrededor, pero tenerlo cerca era suficiente para recordarme por qué me había costado tanto enfrentarme a esta charla.

Carlos era mi lugar seguro. Alguien que me proporcionaba estabilidad y calma, alguien con quien no vivía en un constante sube y baja de emociones dispares.

Alguien con el que todo resultaba sencillo, sin problemas, sin presiones, sin complicaciones...

Y ojalá me pasaran con él la mitad de cosas que quería que me pasaran. La mitad de cosas que me pasaban con otra persona.

— Te quiero muchísimo, ahora y siempre. — Murmuré a media voz —. Lo sabes, ¿verdad?

Bajó la cabeza y le rodeé con más fuerza, sintiéndome terrible por haber sido capaz de romper su corazón.

— Lo siento mucho, vida, yo...

Las palabras se estancaron en mi garganta y fui incapaz de decirle algo más. 

Le había fallado. Había pasado de la ilusión más pura al venir a recogerme al aeropuerto, a ponerse cada vez más serio conforme le explicaba toda la situación. 

Me había escuchado con atención, había asentido sin soltar en ningún momento mi mano y había seguido en silencio aún con la mirada gacha; pero no necesitaba que dijese nada para sentir ese dolor amargo atravesando mi estómago. El cambio en el brillo de su expresión era como una estaca clavándose cada vez más profundo, y me sentí la peor persona del universo cuando vi la primera lágrima resbalar por su mejilla.

No me merecía que después de eso hubiese estado aferrado a mí durante más de dos horas, me merecía que se cabrease y me dijese de todo por haberle engañado. Pero Carlos no era así, y yo solo quería que él estuviese bien. 

Por encima de todo, por encima de todos. 

No se merecía esto después de tantos años, y tampoco se merecía sentirse mal por algo de lo que no era - en absoluto - responsable.

Aflojé el agarre cuándo hizo amago de girarse, dando la espalda al enorme ventanal que ocupaba su salón para enfocar su mirada vidriosa en la mía. Aún tenía las pestañas húmedas.

— Lo siento. — Repetí aún sabiendo que no servía de nada.

Mis dedos pasaron por suavidad por el incipiente pelo de sus mejillas, observando con atención el movimiento, mientras él rodeaba mi cintura y las comisuras de su boca se elevaban.

— No te disculpes más, princesa, tú... Hiciste lo que sentías y... — Vaciló clavando la vista en otro lugar —. Si ella te... Te ayudó, pues...

Me puse de puntillas para darle un rápido beso y que no siguiera hablando. Le costaba tanto decirlo, como a mí escuchárselo decir.

¿Cómo le había podido hacer eso?

Sus labios contra los míos eran suaves y tenían ese regusto familiar que tanto conocía; pero no había nada más allá de eso, y no pude evitar pensar en la descarga de adrenalina que siempre habían sido los de Natalia. 

Todos y cada uno.

Mierda.

— Perdón, no. — Me separé notando una lágrima caer —. Lo siento mucho, Carlos.

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