CAPÍTULO 9

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POV Alba

Pasando al ordenador fotos del móvil llegué a una secuencia que me hizo detenerme. Ya ni siquiera recordaba que tenía eso ahí.

Siempre había pensado que la calidad que llegaba a obtener con mi reflex era insuperable a la de cualquier teléfono, por muy nueva generación que fuese, pero aún así... Dios mío.

El efecto del contraluz marcaba su silueta de forma exquisita, los claroscuros eran una curiosa ironía teniendo en cuenta de quién se trataba, y la única forma que se me ocurría de mejorarlas, era si hubiera podido estar lo suficientemente cerca como para captar sus facciones con mayor definición.

Tarea imposible.

Llevaba más de una semana sin encontrármela, ni siquiera la había visto por los pasillos de la academia. Sam me comentó que estaba liada con su otro trabajo y que con los cambios de turno no iba a poder pasarse al final de mis clases, pero me daba a mí que esa excusa hacía aguas por todas partes.

Tampoco es que yo quisiera verla, pero me molestaba sentirme culpable por la cara de corderito degollado que ponían los niños al decirles que su ídola no aparecería.

— Eres una niñata egoísta. — Sentencié como si su imagen pudiese oírme.

Apagué de golpe la pantalla del Mac y me fui directa al vestidor. Mi padre me había mandado un mensaje para que pasara por la escuela hacia el mediodía, y sentí alivio al pensar que me iba a decir que todo volvería a la normalidad: que Vicky se reincorporaría a sus clases, que yo no tendría que ocupar el puesto de nadie y que la morena podría dejar de rehuirme.

Era absurdo. Ni siquiera había sido yo la que la que nos metió en aquella situación tan confusa e inapropiada. Yo debería ser la que estuviese huyendo de ella y sus ataques, no al revés.

El portazo que pegué al pobre coche me hizo darme cuenta de que muy probablemente le había estado dando demasiadas vueltas al asunto. Ahora me sentía como una mierda por él. Maravilloso.

— Albita, que te vas a cargar el merceditos.

Me giré encontrando al dueño de la voz fumando junto a las escaleras de la entrada.

— Dime que eso que tienes ahí es un café descafeinado con leche de avena, por favor.

— Y doble de azúcar, sí.

— Paul... Puede ser que sea del efecto post-regla, pero creo que te quiero.

La risa del melenas era mucho más cálida de lo que pensé la primera vez que lo conocí, y sin pensármelo mucho, cogí el recipiente para luego ponerme de puntillas y dar un beso en su mejilla.

— Gracias.

— De nada, mujer. De todas formas lo vas a necesitar para enfrentarte al follón que hay armado ahí dentro.

Dejé de beber para mirarle con cara de circunstancia. Lo que me faltaba.

— ¿No te has enterado?

— ¿De qué?

— Pues que ayer salimos a dar una vuelta con los skates y acabamos pasando la noche en urgencias.

Abrí los ojos de par en par notando como mi corazón se aceleraba. Mi instinto de madre osa se activó y me apoyé en su hombros mientras buscaba algún tipo de daño.

— ¿Cómo que en urgencias? ¿Salimos, quienes? ¿Qué ha pasado? ¿Estás bien?

— Alba, Alba, relaja. Estoy bien. No sé por cuánto tiempo, pero yo estoy bien. — Aseguró levantando las manos —. El que no está tan bien es el tobillo de Sam. Tuvo un mala caída y se lo ha esguinzado.

Come Out And PlayWhere stories live. Discover now