CAPÍTULO 44

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POV Alba

Un quejido volvió a colarse en mis sueños, alejándome del momento de paz, para volver a aquella enorme cama en la que no solo estaba yo. Habíamos dormido tan mal la noche anterior, que ni siquiera el pique por la serie había podido evitar que nos quedármos dormidas.

Cerré el portátil - que ya llevaría un buen rato apagado - para dejarlo en el suelo y eliminar el obstáculo entre nosotras. Su costumbre de dejar encendidas las lucecitas de la pared me ahorraron el tener que hacerlo a tientas, y me facilitaron observarla cuando eliminé la distancia.

Estaba teniendo una de sus pesadillas, podía verlo por los pequeños espasmos de su cuerpo y el sufrimiento que se reflejaba en sus facciones. No quería asustarla, en algún lugar leí que lo peor que se podía hacer era sacar a alguien de sopetón de la fase rem, así que me pegué con cuidado a su lateral y pase una de mis piernas entre las suyas, asegurándome de darle un punto de presión para que dejara de moverse.

No podía dejarla así.

Con el codo apoyado junto a su hombro, aproveche mi otra mano para apartarle con suavidad el pelo de la cara. Habían lágrimas humedeciendo sus largas pestañas y a mí no me podía doler más el corazón.

¿Qué le hacía tanto daño como para torturarla de esta forma?

Fuese lo que fuese, lo quería lejos de su mente. Pegué mis labios a la curva de su mandíbula primero, recorriendo el otro lado con la yema de mis dedos; luego fue su mejilla, después su pómulos y, cuando quise darme cuenta, estaba besando sin prisa cada rincón de sus facciones.

Fue apaciguado su respiración entrecortada y, cuando me separé, me encontré con sus ojos brillantes. Parecía tan pequeñita y tan asustada, que por un momento solo deseé quedarme abrazada a ella eternamente.

— Hola, gatita. — Sonreí con dulzura.

Toda la contestación que recibí fue que me mirase como si no se lo acabara de creer, como si estuviera esperando el nuevo golpe.

Pero estaba aquí. Con ella y para ella.

Puse mi mano en su mejilla para acariciarla suavemente, rompiendo el contacto visual por un instante para dar un pequeño beso en la punta de su nariz. Solo iba a hacer eso, pero en cuanto entreabrió sus labios y rozaron con mi barbilla, no pude evitar fijarme en ellos, y caí sin que nada ni nadie pudiera evitarlo.

Mi propia lengua los humedeció con calma, atrapando cada uno entre los míos y dejándome caer sobre su hombro cuando lo coló bajo mi brazo.

No pretendía nada más allá de que me sintiera, que supiera que contaba conmigo y que no estaba sola. Que los monstruos de sus cabeza solo estaban ahí encerrados y que, si ella me dejaba, yo iba a estar aquí animándola a que los combatiera.

Su boca respondió enseguida a los leves toques de la mía, pero me estaba dejando hacer, y eso me preocupaba más si es que era posible. Sus labios eran un lugar en el que cualquier persona del mundo se sentiría tentada a perderse, pero mi prioridad era que ella estuviese bien, no me servía de nada que buscara complacerme. Y eso era lo que estaba haciendo.

Me tumbé a su lado con la mitad del cuerpo recostado en el suyo, apoyando mi cabeza en su hombro y acariciando con calma sus orejitas puntiagudas.

— Hola.

El sonido ronco de su voz me envió un escalofrío de arriba a abajo. Ya estaba saliendo del trance, cosa que se me acabó de confirmar, cuando subió su mano para tirar de mi mentón y volver acercarnos.

Estuvimos un buen rato así, limitándonos a respirarnos y dejando un hueco por el que apenas se colaba el aire. Nuestros labios entreabiertos apenas se movían, pero sí lo hacían sus dedos en mi cuello o los mios sobre su estómago. Estábamos tranquilas, era relajante, pero ninguna de las dos volvía a pillar el sueño.

Come Out And PlayWhere stories live. Discover now