CAPÍTULO 27

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POV Alba

Toqué el timbre un par de veces y esperé mordiéndome el labio hasta que la inquilina apareció al otro lado de la puerta.

— ¡Ey! — Saludé con una sonrisa llena de aliento —. Me he enterado de lo de Marilia... ¿Cómo estás?

Se echó a un lado invitándome a entrar y esa fue toda la respuesta que necesité. 

Una vez dentro sus brazos me atrajeron a su cuerpo y yo envolví los míos a su alrededor, disfrutando de su calor y de lo suave que era su jersey.

— ¿Quién te lo ha dicho?

— Noe... — Contesté contra su pecho —. Me la he encontrado en la academia cuando he ido a organizar lo de las fotos.

Asintió y me despegué lo suficiente para poder darle un beso en la mejilla. Sabía que estaba muy ilusionada con la idea de pasar las Navidades con la pequeña, y que le echaran para atrás la petición a dos días de las vacaciones era una putada.

— ¿Por qué no me lo has dicho? Si llevamos hablando casi todo el día.

— No quería chafaros el plan, esta tarde habíamos quedado todos en casa de la Mari y...

— Y ibas a poner alguna excusa para no venir. — Intuí por dónde iba y se encogió de hombros —. ¡Nat! ¿Ni siquiera se lo has dicho a Ici, verdad?

— Nu.

Aparté los pelos de su cara, dejando mis palmas en sus mejillas para ponerme de puntillas y besar su frente. Me recordaba un poco a mi gata, había que aprovechar los momentos en los que se dejaba mimar, y últimamente me apetecía que me dejase todo el tiempo.

— Pues tendremos que buscar una excusa para las dos, porque no pienso moverme de tu casa.

— No hace falta, Albi...

— Ya, pero quiero hacerlo. Y me parecería muy feo de tu parte que me echaras.

Su sonrisa erizó el vello de mi cuello y volví a estrecharla contra mí, notando como sus manos me apretaban con fuerza y el sonido de su respiración retumbaba en mi oído.

Los abrazos de Natalia eran tan profundos y reconstituyentes que parecía un gesto más para mí que para ella; por eso me costó tanto separarme para quitarme los zapatos y el abrigo, pero con la temperatura del piso me estaba empezando a sofocar.

— No me apetecía hacer nada y estaba viendo una película, pero podemos empezar otra si quieres.

— ¿Qué ves? — Me interesé asomándome a la televisión.

— Enredados...

Me reí al ver como su voz se perdía al decirlo.

— No me lo digas, es por tu hermana.

— El caballo es muy gracioso, ¿vale? — Se quejó cruzándose de brazos.

Me la comía.

La empujé hasta el sofá y me fijé en las cervezas y el cenicero lleno de colillas. Era mala señal, pero no dije nada al respecto.

— ¿Por qué no la empezamos de nuevo? Hace tiempo que no la veo.

Conseguí mantenerla alejada del tabaco y nos acabamos dos packs de cervezas entre las dos. No era lo que me había propuesto, pero tampoco iba a permitir que se las tomara todas ella sola.

Después de acabar la película nos pusimos a comentar vídeos de música, charlando y desvariando de tonterías varias sentadas en la alfombra de su salón. Le había costado arrancar, pero me alivió cuando volvió a aparecer su espíritu dicharachero.

Come Out And PlayOù les histoires vivent. Découvrez maintenant