CAPÍTULO 49

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POV Natalia

Puse mi mano en la parte de atrás de su cabeza para que no se golpeara con el cemento, pegando mi cuerpo al suyo y colocando mi pierna entre las suyas.

Habíamos logrado mantener el tipo mientras se despedía de algunas personas de la exposición y hasta que las puertas del ascensor se cerraron, pero con cada mínimo roce - por accidental que fuera - la tensión se había ido acumulando y ya ni siquiera podía decir cuál de las dos se abalanzó primero.

Fue curioso cómo nos las apañamos para dar con aquel todoterreno negro sin apenas despegarnos, pero más lo fue su reacción al toparnos de lleno con unos conocidos de su padre. Era casi imposible que no nos hubieran visto entrar al parking entre risas y besos, pero aún así, utilicé todas mis dotes de actuación para saludarles con encanto y ayudarla a manejar la situación.

Todavía tenía las mejillas rojas de la vergüenza. Estaba monísima.

— Y si se han dado cuenta me da igual, es mi vida, yo hago con ella lo que quiera. — Murmuró después de alejarme levemente.

— Alba... Basta.

Intenté sonar todo lo firme que pude, pero los ojitos de corderito que me dedicó acabaron haciendo que se me escapara la risa.

— ¡Nat!

— ¡Alba! — Comenté conteniéndola —. Es que... ¿Qué quieres que te diga?

— ¡Nada! — Se quejó —. Ven aquí.

Mi boca volvió a unirse a la suya y sus manos sujetaron mi mandíbula, como si me creyese capaz de irme o algo por el estilo.

Su lengua y la mía luchaban en un frenesí por profundizar algo que ya no podía ser más profundo, y las respiraciones entrecortadas de las dos se acompañaban por la forma en la que nuestras caderas parecían buscarse.

— Alba, el coche. — Repetí.

Si seguíamos así sí que íbamos a dar un espectáculo a las cámaras de seguridad. El morbo estaba nublando por completo nuestra razón, pero podíamos hacer eso mucho mejor.

— No encuentro las llaves. — Gruñó en mi boca.

Me separé para ver cómo rebuscaba en el pequeño bolso que colgaba de su hombro, pero entonces recordé el bulto que había notado en su culo y mi mano voló hasta el bolsillo trasero de su pantalón.

Las luces del coche parpadearon en cuanto apreté el botón, y me sonrió antes de empujar mi estómago con sus manos para hacernos retroceder.

— No, no, delante no. — La paré.

Abrí la puerta trasera y le hice un gesto para que entrara. Los asientos eran lo suficientemente grandes como para tener espacio, pero aún así me las arreglé para retirar los delanteros todo lo posible.

Estiré de su mano en cuanto me senté y ella no dudó en ponerse a horcajadas con un brillo pillo en la mirada.

— Hola.

— Adiós. — Bromeé sacándole una sonrisa.

Bajó sus dedos por mi cuello hasta colarlos por dentro de las solapas de la americana.

— Nat... ¿Tu espalda?

— Está bien, Albi. — Aseguré porque ni siquiera me acordaba de eso.

— ¿Seguro?

— Seguro.

Mis manos subieron por sus muslos y la atraje aún más cuando llegaron a la curva pronunciada de su culo.

Come Out And PlayUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum