CAPÍTULO 60

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POV Alba

"Voy a pensar en ti...
En no olvidar tu nombre"

Los primeros acordes ya me habían puesto la piel de gallina, pero el sonido de su voz aireada lo amplificó.

"Creo que me perdí.
No sé por qué, ni dónde"

Me recosté en la silla y seguí observando a la morena en silencio, tratando de no estancarme en las ojeras oscuras que ni el maquillaje podían disimular.

"Tengo nubes en los ojos
y en los recuerdos humo.

El brazo de Paul pasando sobre mis hombros, fue lo primero que noté antes de que me atrajera hacia sí y me dejara un beso en la frente. Sin preguntas, sin enjuiciamientos, porque estábamos todos igual.

"Tengo los pies rotos
y en la garganta un nudo."

La delicadeza con la que tintaba los versos tenía al local entero sumido en el más profundo silencio. No hacía falta saber su historia, ni que levantara su mirada cristalina más allá de unos segundos, la emoción que derrochaban - solo ella y el piano - era más que suficiente.

"Cúrame viento,
ven a mí
y llévame lejos.
Cúrame tiempo,
pasa para mí
y sálvalos a ellos."

Una semana, tres días y alrededor de doce horas. Ese era el tiempo que había pasado desde que nos despertamos en aquel hotel y, desde entonces, todo había sido gris.

Negro, mejor dicho. Negro opaco.

— ¿Sigue igual? — Preguntaron en un murmullo.

De reojo vi a Ici hacer una mueca mientras suspiraba, consiguiendo con ese gesto responder a la malagueña.

Sí, seguía igual. 

Seguía sin querer hablar del tema, seguía sin permitirse flaquear ni un momento, seguía encargándose de todos y de todo... Pero lo más cercano a expresar lo que se guardaba, eran esas manos temblorosas con las que estaba desnudando una parte de su alma. 

En el escenario, delante de los focos, pero no detrás de ellos. 

"No me despedí...
Y lo siento."

El susurro con el que eso salió de sus labios, hizo imposible de retener la lágrima que se escurrió por mi mejilla.

Noemí había muerto un martes de madrugada, siendo la traca final de un estallido de dimensiones épicas. Y, si para nosotros era duro, lo profunda que debía ser la herida de Natalia era incomparable. 

"No me dio tiempo a decir
lo mucho que te quiero."

Bajé la mirada porque aquello se estaba volviendo insoportable.

Al llegar al hospital nos enteramos de que no había sido algo repentino. En el momento en el que la ingresaron, una semana atrás, supo que todo lo que viviese a partir de entonces iba a ser un regalo. Regalo que había aprovechado para despedirse de todos, uno a uno, sin decírselo ni siquiera a las dos más implicadas. 

Quiso mantener la sonrisa y no ensuciar los últimos recuerdos que tuviéramos de ella, pero lo sucedido horas antes de su desvanecimiento, había hecho entrar en un bucle de negación a la morena.

No quiso ir al velatorio ni al entierro, había doblado las horas de ensayos, llegaba antes al trabajo para avanzar sus tareas y seguir con las de María, se pasaba las noches en vela con la guitarra y apenas probaba bocado. 

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