CAPÍTULO 38

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POV Alba

Cuando Natalia me propuso participar en su sesión de fotos, no me esperaba que fuese en lencería ni tampoco que fuese a ponerme tan nerviosa en el proceso.

Era absurdo. Ella estaba siendo híper profesional y no era la primera vez que yo hacía algo así, pero hoy me había despertado más alterada que de costumbre. 

La primera hora y media en la que estuvo posando fue un suplicio. A penas hablábamos porque ella sabía perfectamente cómo ponerse para seducir a la cámara, pero aún así me estaba costando horrores concentrarme. Y es que para que ella pudiese ir con tan poca ropa, sin peligro a pillar una pulmonía, la calefacción estaba puesta tan alta como para hacerme sudar la gota gorda.

Un absoluto suplicio.

Estar en un estudio privado me dio la suficiente confianza como para quitarme el jersey y quedarme en sujetador. Necesitaba tener las mínimas distracciones para centrarme en captar todo lo que ella estaba dando, captar el plus de sinuosidad de su mirada y la tinta en su piel, asegurarme de que cada detalle se remarcara con la precisión que merecía. No era fácil.

Los conjuntos fueron amontonándose en el suelo y yo había empezado la sesión recolocando los focos cada vez que se cambiaba, pero al ver que ella tampoco hacía ningún intento por ocultarse, desistí de mis intentos por apartar mi mirada. 

Era algo natural. La belleza de su cuerpo era digna de admirar por cualquier ojo, de una forma completamente objetiva. Era arte.

Estaba subiéndose unas medias con liguero hasta la mitad del muslo, completando un conjunto negro lleno de transparencias y encajes que bien podría ser la joya de la colección, cuando sus ojos se encontraron con los míos.

— Alba... El labio. — Advirtió bajando la pierna del banco.

Lo solté. Cuando no era el labio era la lengua, menuda guerra llevábamos.

— Que lo hago sin querer.

Vi cómo se agachaba a por el agua y desenroscaba el tapón mientras se acercaba. El eyeliner y el pelo alborotado no le hacían parecer menos peligrosa de lo que ya parecía de por sí, pero que estuviese tan seria era lo que más escalofríos me provocaba.

— Lo sé, pero a mí me desconcentras.

¿Yo a ella? Tenía que estar de coña.

— ¿Debería marcarme un punto por eso? — Pregunté levantando las cejas.

Su boca rojiza dibujó una media sonrisa antes de extenderme la botella.

— ¿Debería marcármelo yo por tenerte sudando, Albi?

— Hace calor, no es por ti. 

Subí la mirada al techo para dar un largo trago, pensando en que la música que había puesto de fondo tampoco es que fuese de gran ayuda.

— Pues quítate los tejanos, no es como si no te hubiese visto en bragas antes.

La soltura con la que dijo aquello casi me hace atragantarme.

— ¡Nat! — Reclamé secándome con el dorso del brazo.

— ¡Alba! — Se burló.

Pegué el envase contra su estómago bruscamente, pero en vez de atraparlo, extendió su mano para secar la gota que escapaba por mi barbilla. 

— Puedes marcarte un punto. — Comentó recorriendo mi labio inferior con su pulgar —. Me clavaste un visto y aún así te hablé yo después.

Incliné la cabeza y ella me imitó entrecerrando los ojos, así que antes de que pudiera retirare, atrapé su muñeca y dejé la botella en el suelo. 

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