CAPÍTULO 14

16.6K 763 616
                                    

POV Alba

Presioné los párpados con fuerza, pero otro quejido abogado me obligó a tomar consciencia de dónde estaba.

Desde que adopté a mi gata había aprendido a estar pendiente de los ruidos nocturnos aún en la vigilia. Normalmente eso no solía ser una buena señal, y esta no era la excepción.

Me incorporé del sillón en el que me había quedado dormida para acercarme a la fuente del sonido. La manta estaba en el suelo, el pijama se le había subido hasta la mitad del estómago y estaba chorreando.

No, eso no era una buena señal.

— Natalia.

Atrapé su cara entre mis manos para que dejara de moverse, su piel ardía tanto que que estuve tentada a retirarlas.

— ¡Nat!

La luz de la televisión aún encendida nos iluminaba a las dos, así que podía ver perfectamente cómo sus facciones se contraían mientras de sus labios salían murmullos sin sentido.

Tenía que hacer algo.

— Mierda.

Me quité la sudadera con la que había estado todo el día para quedarme con una camiseta de tirantes. No fué fácil tirar de un peso muerto de dos metros, pero conseguí levantarla y agradecí mucho las horas que estaba invirtiendo en el gimnasio últimamente.

¡Joder, cómo pesaba para estar tan delgada!

Intentó apartarse un par de veces, y me las vi y me las deseé para llegar con ella hasta al baño. Eso debía convidar - por lo menos - primero de INEF.

— Natalia, por favor, no me lo estás poniendo nada fácil.

— No quiero.

— Tú nunca quieres nada, hija mía, tenemos un problema muy gordo. — Respondí aunque sabía perfectamente que ni siquiera sabía lo que decía.

La apoyé contra la pared, utilizando mi propio cuerpo como presión para que no se cayera mientras modulaba los controles. Y en cuestión de segundos, una lluvia de agua congelada comenzó a caer sobre nuestras cabezas.

¡Ay, Joder!

— ¡No, para! ¡Para!

Gritaba intentando cubrirse con las manos, pero tenía tan poco control sobre su cuerpo que me acabó golpeando.

— Natalia, ¡Por Dios! Que me dejas sin cabeza.

Traté de atrapar sus brazos para que dejara de moverlos, nos estaba haciendo daño a las dos; pero ella me sorprendió arrastrándose hacia el suelo y llevándome con ella en el proceso.

Tenía mucha más fuerza que yo, sin duda. Y en cualquier otro momento me hubiera incomodado, pero me quedé sentada a hocagadas sobre sus piernas mientras el agua seguía cayendo.

— Para, Albi, para. — Suplicó escondiéndose en mi cuello, provocando que tiritara por algo más que el frío —. Por favor.

Sujeté su cabeza contra mi cuerpo, intentando que no diese bandazos al estirarme para mover los controles.

Cuando volvimos del viaje a África, con nuestro padre, Marina estuvo con fiebres altísimas durante días. Los de enfermedades tropicales no sabían muy bien que tenía, y al final acabamos haciendo todos un máster de enfermería casi sin pretenderlo.

Pero Marina no era Natalia, y Natalia no era Marina.

Sus dientes castañeaban y su respiración acelerada no se apaciguaba ni aún con el agua más templada. Así que en un intento desesperado por que su cuerpo se aclimatase, tiré de los bordes de su camiseta sin pensar que no llevaba nada debajo.

Come Out And PlayWhere stories live. Discover now