CAPÍTULO 51

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POV Alba

Desbloqueé el teléfono nada más apagar el motor, dispuesta a hacerle una llamada perdida a Pablo para avisarle de que ya estaba fuera, pero el mensaje que acababa de recibir me distrajo.

(9:12) GatiNat: Me aburro :(

La foto que había enviado tardó poco en descargarse, casi tan poco, como la sonrisa que me apareció al verla delante del espejo con la lengua fuera y la pierna subida al lavamanos.

Solo ella podía llevar con tanta clase unos pantalones de vestir que le llegaban a la mitad de la pantorrilla.

Se había metido por dentro la camisa blanca a medio abrochar, ajustándola a su cintura, y dejando a la vista tanto los collares que bajaban por su escote como los tatuajes de sus brazos. Era una buena elección, le combinaba con las bambas blancas y sus indispendables calcetines. No entendía cómo podía verse tan bien, después de la noche que habíamos tenido.

Sí, sí lo entendía. Era Natalia Lacunza.

<<Me pegué por completo a su espalda, pasando mi pierna sobre su cadera y rodeando sus costillas con delicadeza. Estaba medio dormida cuando empecé a escuchar su respiración agitándose, y eso solo podía significar una cosa.

Pegué mis labios a su columna, subiendo por su nuca hasta llegar al lóbulo de su oreja. La breve conversación con Pablo me había tensado tanto como para que ella me preguntara varias veces qué me pasaba, estábamos en ese punto dónde era difícil ocultarnos algo, así que lo achaqué todo al dolor de cabeza - que también tenía - y no rechistó cuando le dije de irnos directamente a la cama después de cenar.

Casi me olvidé del asunto al sentir el calor de su piel contra la mía. Sus caricias se prolongaron hasta que entré en un estado de semi-inconsciencia, pero no llegué a caer lo suficiente como para no darme cuenta del momento en el que su cuerpo abandonó el mío.

Sabía que estaba tratando de dejarme espacio. Al final, había acabado trasformando mi inquietud en falsa indiferencia hacia ella, pero no quise tomarme el derecho de retenerla.

Había sido una idiota. Porque a pesar de ver la de vueltas que había dado y saber que se estaría martirizado por algo que no era, me quedé protegida en la penumbra de la noche. Tampoco tenía una buena explicación para darle, no aún.

Mis dedos se abrieron paso entre los suyos y presioné nuestras manos sobre su pecho, estrechándola con fuerza contra mí. No soportaba pensar que la incomodidad pudiese haber propiciado sus pesadillas, que yo fuese uno de los motivos por los que lo estaba pasando mal.

No soportaba verla mal, y punto.

Me incorporé sobre el codo e inhalé profundamente el olor avainillado que desprendía, notando como sus costillas adoptaban un ritmo más pausado cada vez.

— Estoy aquí. — Susurré despacio —. Estoy aquí, gatita.

Su espesa capa de pestañas se despegó lentamente de sus mejillas, dejando ver unos ojos inundados en lágrimas que poco tardaron en encontrarse con los míos.

— Estamos aquí. — Repetí —. Esto es lo real, ¿vale?

Le sonreí a pesar del nudo que se me había formado en la garganta, transmitiéndole toda la seguridad que pude antes de pegar mi cara a la suya.

Come Out And PlayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora