CAPÍTULO 53

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POV Alba

Diez minutos fue lo que tardé en volver sobre mis pasos y dirigirme a esa sala de espera. Si huía ahora, le iba a dejar ganar la batalla.

Ya había pasado por esto antes: la desconfianza, los comentarios afilados, las miradas desafiantes... Y es que Eleanor y la Natalia que conocí eran tan parecidas, que se me revolvía el estómago entero.

Vislumbrar en su actitud a una leona queriendo proteger a su cachorro fue lo que más me descolocó. Ni siquiera se molestó en defenderse y, aún sabiendo que podía llegar a desmontarle la tapadera, lo único que hizo entre tanto rugido fue exigirme que dejara de revolver.

Había algo más. Tenía que haber algo más y ni siquiera sus amenazas me iban a impedir llegar hasta el final. No teniendo en cuenta que como más vueltas le daba a todo, más incoherente me parecía.

Se había convertido en algo personal, pero eso tendría que esperar.

En cuanto llegué a mi destino, el intento de sonrisa de la morena fue lo primero que captaron mis ojos. No había mucha gente, pero las dos personas que le hacían compañía no podían estar más pegadas a ella: la rubia acariciando el tatuaje de su antebrazo, y la efermera pelirroja acaparando su atención con una historia que parecía entusiasmarle.

Estaba claro que sola no estaba, pero quizás hubiese sido hasta mejor.

Mi primer impulso había sido ir a ponerle fin a esta farsa, pero por mucho que me fastidiase, ver como apenas levantaba la mirada del suelo me hizo darme cuenta de que Eleanor tenía razón: La que iba a salir más perjudicada era la que menos se lo merecía. Y yo no podía derribar su mundo cuando lo que más necesitaba era apoyo incondicional, cuando se estaba esforzando por mantenerse entera para los demás.

Porque Natalia era así, tan noble, que era difícil no acabar siendo egoísta a su alrededor.

Los ojos pardos de la más mayor fueron los primeros en advertir mi llegada. No obtuve por su parte una cálida bienvenida, ni tampoco la esperé, pero sí me fijé en el leve asentimiento que hizo antes de soltar la mano de su hija.

Su hija. Todavía se me cerraba la garganta de tan solo pensarlo.

— Alice, ¿Me acompañas a hablar con los médicos? — Se puso en pie —. Estoy cansada de esperar, y con tu presencia quizás tenga algo más de suerte.

— Claro, pero Nat... — La miró.

Los mechones negros de la aludida se balancearon cuando negó, gesto que acompañó con un suave empujón de rodilla.

— Ve con ella, Al. — La alentó —. Si, además, yo tengo que ponerme a hacer unas llamadas al curro.

Eleanor se adelantó quitándole el teléfono, pero antes de que la perjudicada protestase, sus ojos se cruzaron con los míos.

Me aislé en sus pupilas y ni siquiera me enteré de cuándo se fueron las otras dos, porque su miedo y su tristeza habían impactado en mi pecho con tanta intensidad, que todo lo demás había dejado de tener sentido.

Nat...

Quería estar aquí para ella, quería cuidarla, pero sobretodo, quería quererla bien. No sabía como hacerlo, pero me agotaría intentándolo si hacía falta.

— Hola. — La saludé al llegar a su lado.

Sus labios se contrajeron en una mueca y descruzó las piernas para dejarme un hueco entre ellas; así que acabe bajando sobre mis rodillas y ahuequé mis manos alrededor de su mentón.

— ¿Qué haces aquí? — Susurró después de que le diera un beso en la mejilla —. Ya te he dicho que no hacía falta que vinieras... ¿Y la uni?

Come Out And PlayWhere stories live. Discover now