CAPÍTULO 21

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POV Natalia

A escasas veinticuatro horas del festival empecé a ponerme histérica. A Alba le había sentado mal algo de la merienda y me había recorrido toda Sevilla en busca de sus pastillas para la intolerancia.

¿A quién se le ocurría salir de casa sin ellas, con lo jodido que era de encontrar esa marca en específico?

Estaba ya de vuelta cuando me llamó para decirme que se encontraba mejor y que no las necesitaba. La iba a matar. Al menos me consolaba con haber encontrado varias guarrerías veganas y naturales para que pudiese picar entre horas sin llevarnos más sustos.

No mentía con lo de que no era una chica de mañanas. Despegarla de las sábanas era más difícil que hacer la declaración de la renta y, teniendo en cuenta que al día siguiente no podía dejarla durmiendo para atender compromisos, esperaba que el azúcar me fuese de ayuda. Era insoportable en su modo gruñón.

Cuando llegué me la encontré sentada en el tocador con una sonrisa que me inspiró de todo menos confianza, pero entonces es cuando vi a un pequeño ángel rubio al otro lado de la pantalla de su portátil.

La pequeña con su alma dicharachera hizo que me olvidara de la espiral de tensión en la que estaba entrando. No paraba de dar saltos y preguntar cosas mientras Vicky a su lado trataba de tranquilizarla, y yo no podía hacer otra cosa que reírme de la situación. Les esperaba una larga noche, lo sabía por experiencia.

— Y entonces, Lucas decidió hacer una voltereta pero se acabó cayendo al suelo. — Acabó de explicarme gesticulando en exceso.

— ¿De verdad? — Pregunté abriendo la boca.

— ¡Sí! Yo le dije que él no puede hacer todo eso, pero no me hizo caso.

— Él no podía, cariño, él no podía.

Que los nervios todavía la hiciesen liase con las conjugaciones verbales me parecía de lo más adorable. Últimamente había tenido poco tiempo para estar con aquel torbellino, pero sin duda seguía siendo de mis principales prioridades.

De tanto en tanto mis ojos se encontraban con los de Alba a través del espejo, había decidido darnos espacio y yo no podía estarle más agradecida. Quizás no tanto por tenerme dando vueltas sin sentido, pero sí por confabular todo esto con ayuda de Vicky. Significaba mucho para mí todo lo que estaba haciendo y esperaba poder devolvérselo algún día.

— ¡Nat, que ya casi es Navidad!

— Es verdad, renacuaja. — Devolví mi atención a la pantalla —. ¿Vas a querer que escribamos juntas la carta a papá Noel?

— Sí, porque en el cole nos han hecho escribir una pero a mí no me sirve.

— ¿Ah, no? ¿Por qué?

— Porque Santa no va a entender mi letra, Nat. — Bajó la mirada triste —. Yo te necesito.

Se me derritió el corazón.

— Tienes la letra más bonita del mundo, corazón. — Le aseguré con ternura —. Además, ¿No ves que Santa tiene magia? Él entiende todas las letras del mundo.

— Pero es que no la tiene que entender solo Santa.

— ¿Y quién más quieres que la entienda?

— Mis papás.

Su contestación me bajó de la nube.

— Este año le he pedido a Santa que les lleve la carta a mis papás, porque como no pude despedirme de ellos, pues así también les digo que aquí me cuidáis muy bien y que ya estoy más fuerte.

Come Out And PlayWhere stories live. Discover now