CAPÍTULO 55

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POV Alba

— Joder, Alba...

Suspiré dejándome caer en el silla, porque la del pelo rosa no lo podía haber resumido todo mejor.

— Creo que necesito otra birra. — Se levantó María.

— Es que es una putada todo. — Aportó su novio.

— No, lo que es una putada es que lo sepamos nosotros y ella no. — Repuso el melenas —. Estoy súper en contra de todo esto, que lo sepáis.

Paul tenía razón. Cada vez éramos más metidos en el embrollo y cuando Natalia se enterase, porque lo haría, se iba a armar la de Dios.

Me incliné sobre la mesa para ocultar la cara entre mis manos, escuchando cómo discutían mientras yo no hacía otra cosa que recrear en mi mente los diferentes escenarios de sus reacciones. Llevaba en el mismo bucle desde que me enteré, y me estaba destrozando casi tanto como el despertarme a media noche completamente sola. 

Descubrirla durmiendo en la habitación de Ici fue como una patada en el estómago, de las que retumban en las entrañas durante horas, así que después de eso me había pasado el resto de la noche dando vueltas en su cama. 

Sí, estábamos en la misma casa, pero no podíamos estar más lejos. Y eso no lo arreglaban cuatro orgasmos por muy descomunales que fueran.

La había escuchado hablar con alguien por teléfono bien temprano. Al principio supuse que era algo relacionado con el hospital y tuve la tentación de salir a preguntarle, pero al escucharla reír y decir el nombre de sus hermanos no quise romper el espacio que había decidido tomarse. 

Ni siquiera había entrado a por ropa de su armario antes de marcharse, y en parte lo entendía. La había cagado. Era el ser más inoportuno del planeta por salirle con mis rayadas, como si la pobre no tuviese suficiente ya, pero ella era un amor de persona y era incapaz de no ayudar a quién fuese.

Natalia Lacunza era un ángel.

Se suponía que yo era la mayor y, por creencia popular, la más madura; pero eramos el claro ejemplo de que eso no era así.

Encendí con un toque la pantalla del teléfono para ver si me había contestado. Me había escrito al poco de irse para disculparse y avisarme de que había preparado el desayuno, pero de eso hacía ya muchas horas y seguía sin leer mis mensajes.

— Pues yo digo que vayamos y le quitemos la careta de golpe. — Insistió María —. Que la tía esa lleva mareándonos la perdiz desde el principio, joder, que me he llegado a poner cachonda viendo a la madre de Natalia. Eso es muy turbio.

— Tú y todos, nena. — Le apoyó Pablo.  

— No vamos a decírselo ahora. — Corté el debate.

Había dormido demasiado poco y estaba de muy mal humor como para seguir con eso.

— Primero porque no es el momento. — Agregué captando su atención —. Y segundo, porque ninguno de nosotros va a tener los santísimos ovarios de darle tremenda hostia. Que es nuestra Nat.

— Nuestra Nat, dice... — Murmuró el del gorro en voz baja —. Qué difícil me lo pones, rubia. Qué difícil.

Ignoré el comentario para centrarme en la única que no había vuelto a mediar palabra, pero que siguiera mirando al mismo punto fijo no me consoló. Ici era lo más cercano que teníamos a Natalia, si ella se lo estaba tomando así, las predicciones para la morena iban a ser mucho peor.

— Es que encima es una zorra muy astuta. — Soltó María cada vez más enfadada —. ¿Y Noe qué? ¿Está a dos bandas, o cómo va la cosa?

Lo de Noe era otra historia.

Come Out And PlayWhere stories live. Discover now