Capítulo 2

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A partir de ese día, el muchacho decidió ignorar la existencia de su nueva compañera de laboratorio. Anabeth, en vista de esto, no tuvo más remedio que imitar su accionar.

Sin embargo, y pese a la mutua indiferencia, ella no pudo evitar preguntarse cuál era el motivo detrás del aislamiento de Mycroft. Definitivamente había algo que no estaba viendo y quería averiguarlo. 

Pero su curiosidad fue rápidamente opacada por su creciente enemistad. Misma que fue empeorando con el correr de las semanas. 

Desde el inicio resultó evidente que Mycroft no toleraba las imperfecciones. Cada ínfimo detalle en el trabajo de la castaña era corregido o reprochado y ella, hastiada de sus obsesivos controles, no tenía ningún reparo en hacérselo saber. Convirtiendo la más mínima interacción, en el comienzo de una nueva pelea.

Esta dinámica se prolongó durante todo septiembre. 

El pelirrojo tuvo que reconocer que Smith tenía un don excepcional para ser una molestia constante, incluso cuando ni siquiera tenía la intención de serlo: como cuando acomodaba sus apuntes aleatoriamente; cuando la viruta de lápiz se desparramaba en su lado de la mesa o incluso cuando le deslizaba pequeñas notas por debajo de la mesa en un mediocre intento de iniciar conversación.

Él solo se abstenía a rodar los ojos, fruncir el ceño o murmurar unas cuantas palabras hirientes. No quería que le hablara. Ni siquiera entendía por qué se empeñaba en ello. Pero allí estaba ella, inquieta y desesperada por llamar la atención.

Para comienzos de octubre, Anabeth llegó a la conclusión de que tener a Mycroft Holmes de compañero de laboratorio era igual que estar sentada al lado de una tumba, o un viejo cascarrabias. El cómo una persona podía llegar a tales extremos en menos de una hora aún salía de su comprensión.

Eventualmente dejó de insistir, asumiendo que jamás llegaría a entender esos ojos azules.

***

Para alegría del pelirrojo, los intentos de socialización finalmente habían cesado. Mycroft pudo tener un pequeño respiro. Sin embargo, se encontraba muy lejos de la tranquilidad. Determinó que, llegados a este punto y con un año escolar entero por delante, resultaba crucial saber contra quien se estaba enfrentando.

A raíz de esto, realizó un análisis exhaustivo de su nueva compañera de laboratorioaunque el eufemismo poco se aproximaba a la realidad. 

Durante el transcurso de las clases, había llegado a desarrollar un perfil de personalidad de la fémina. A través de la recopilación de patrones de conducta e información personal, logró sacar algunos datos en limpio. Estos fueron los más relevantes: 

Su madre falleció hace años. La causa de muerte era desconocida.

Vive con su padre. Sin hermanos. Gozan de una buena relación. 

Es de clase media.

En el aspecto psicológico presenta signos de ansiedad e hiperactividad.

Por supuesto, existían otros detalles de su vida cotidiana que saltaban a la vista; como la marca de jabón que usaba, la ausencia de mascotas en su hogar o la cantidad de instrumentos que tocaba.

Demasiado genérico para su gusto.

Usualmente tan solo le bastaba con una mirada para descifrar a las personas; sus ambiciones, sus secretos, su razón de ser. Incluso aunque no fuera verdaderamente su intención, podía leerlo en sus ojos; en sus gestos; en la ropa que usaban; en cómo se movían y hablaban. 

Sin embargo, existía algo inquietantemente ambiguo en Smith que lo obligó a reconsiderar la mayoría de sus lecturas. Se vio a sí mismo desconcertado ante algunos de sus patrones de comportamiento, los cuales difieren significativamente de los estándares de la mediocridad estudiantil con la que se había visto obligado a convivir durante años.

La Clase del 89' (Mycroft y tú)Where stories live. Discover now