Capítulo 15

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Era lunes por la tarde. La lluvia chocaba con estrépito contra el cristal de la ventana de la cocina. Anabeth se encontraba, como de costumbre, en la mansión de los Holmes. Miró a través del vidrio, contemplando el lúgubre paisaje con disgusto. 

"Hoy tampoco podremos jugar afuera."

Una de las pocas cosas que extrañaba de su ciudad natal era el clima. En Nueva York podía ver el sol varias veces a la semana, a diferencia de Londres que estaba nublado la mayor parte del año.

Sintió la presencia de Mycroft a sus espaldas y giró sobre sus talones.

— Estás de suerte. Con esta ya van tres seguidas. —haciendo alusión a los tres lunes consecutivos con lluvias. Era lo único que salvaba al pelirrojo de sus partidos de vóley.

— No te desanimes, querida Anabeth. Siempre podemos jugar otra partida de ajedrez.

La chica sonrió falsamente.

Quiridi Inibith... Deja de llamarme así, de lo contrario empezaré a decirte Alex. Y no, gracias. No me apetece perder por trigésima octava vez consecutiva.

Mycroft le dirige una mirada de advertencia. Odiaba ese apodo y lamentaba el día en que Anabeth lo descubrió. Un simple descuido del que ya no habría vuelta atrás.

Los adolescentes toman asiento en los sillones individuales, cara a cara. Entremedio se ubicaba una mesita de café y sobre esta, reposaba el tablero de ajedrez con las piezas perfectamente acomodadas, listas para una nueva partida.

— No tenemos que ser tan extremistas, Anne. —dijo esto último por la paz—. Y no exageres. Solo fueron catorce veces.

La chica hizo un ademán con la mano, restándole importancia al asunto. Se cruza de piernas, adoptando una mejor posición en el mullido sillón.

— ¿Y Sherlock cómo está? No lo he visto en semanas.

— Parece haber encontrado una nueva forma de entretenimiento analizando diferentes tipos de hongos de nuestro jardín.

— Genial.  

"No esperaba menos del Mini-Holmes."

— No tan genial si eso incluye el hurto de comida del refrigerador para observar su proceso de descomposición. El olor que hay ahora en su cuarto es repugnante. —aclara con aire sombrío.

— Ay déjalo. Si así se divierte qué más da. 

La chica se encoge de hombros con despreocupación. Sin poder evitarlo le echa una mirada furtiva al tablero.

— ¿Quieres volver a jugar? —fue más una afirmación que una pregunta.

Ella asiente, vencida.

— Maldita sea. No puedo mantener nada oculto contigo.

Honestamente le gustaba cuando Mycroft deducía cosas sobre las personas. Siempre le impresionó el cómo podía descubrir el estilo de vida de un completo extraño a partir de pequeños detalles. Era simplemente genial. Y, por más inconvenientes que sus deducciones llegaran a ser por momentos, simplemente no era capaz de enojarse con él por ese don tan extraordinario que poseía.

— Pido blancas.

— Como usted desee. De cualquier forma, será vencida. 

Esbozó una sonrisa arrogante. Anabeth le saca la lengua y regresa su mirada al tablero.

Dan inicio a la partida. Ella mueve primero, optando por la ofensiva. Sus movimientos eran rápidos y precisos, destinados a comer la mayor cantidad de piezas de su contrincante. Su táctica era buena, pero le faltaba sutileza.

La Clase del 89' (Mycroft y tú)Where stories live. Discover now