Capítulo 20

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Las sospechas de Mycroft fueron creciendo conforme pasaron los días. En esa semana se tomaron los últimos finales. Su amiga no se había mostrado ni un tercio de nerviosa de lo que estuvo en ese examen de matemática. 

Durante el transcurso de esos días, Anabeth no hizo alusión al tema. Se la veía relajada y sonriente, sin un ápice de preocupación o estrés en su rostro. Tampoco presentaba ojeras ni bolsas bajo los ojos, como el resto de sus compañeros que se quedaban en vela estudiando a la noche. 

A simple vista, Mycroft deduciría que ella simplemente no se estaba preparando para esos finales, pero incluso él sabía que esa deducción era errónea. Eso tan solo ayudaba a aumentar su desconcierto.

Todas esas incongruencias en torno a Anabeth le estaban carcomiendo la cabeza. Su mente volvía una y otra vez a ese libro de química y recordaba esos ojos color que siempre lo veían con una mezcla de diversión y misterio. Era como si esos dos orbes color miel siempre estuvieran ocultando algo.  

Se habían vuelto su obsesión. Necesitaba descifrarlos. Quería desentrañar el misterio a toda costa. Necesitaba una última prueba que confirmara sus teorías. Entonces, y solo entonces, podría abordarla e interrogarla. 

Solo tenía que esperar el momento oportuno. 

***

Tocó el timbre, dando por finalizada la última hora del día. La preceptora entró al aula y retuvo a la clase unos minutos extra para hacer entrega de los boletines. 

Anabeth había estado esperando este momento. 

Cuando recibió su boletín de calificaciones, sintió que sus manos temblaban ante la expectativa. Inhaló profundamente reuniendo valor y abrió la libreta. Observó las notas, quedando petrificada en su lugar. Sus ojos se mantuvieron fijos en el papel.

Se sintió en estado de shock por un momento. Las voces de sus compañeros se habían vuelto lejanas e irrelevantes. Las yemas de sus dedos se apretaron contra la mesa hasta volverse amarillas y tuvo que morderse la lengua para no gritar.

Con la mayor calma de la que fue capaz, se puso de pie y salió del aula junto con el resto de la clase.

"Tengo que decirle."

Caminó por el pasillo atestado de estudiantes hasta llegar al sector de los casilleros. Notaba como su pulso cardíaco se aceleraba con cada paso que daba.

— ¡Mycroft! —llamó su atención al verlo entre la multitud, lo cual no era muy difícil debido a tu altura. 

Eran contadas las ocasiones en que Mycroft y Anabeth interactuaban por fuera del laboratorio o debajo del roble. Por ese motivo, el genio se sorprendió al escuchar la voz de la castaña a la distancia.

Se sorprendió aún más cuando, luego de cruzar miradas, la chica se acercó corriendo hacia él y lo estrujó en un fuerte abrazo. El hecho de que ambos estuvieran en medio del pasillo no pareció importarle en absoluto. 

Mycroft abrió los ojos a más no poder. No estaba acostumbrado a que invadieran su espacio personal de esta manera y mucho menos en público.

— ¿Anabeth, que demonios...?

— ¡Aprobé! —exclamó, sin dejar que terminara la frase—. ¡A en matemática! ¡Soy feliz!

Agitó su boletín frente a los ojos de su amigo con una alegría creciente. Era su primera A luego de tres años de malas notas en la materia. No podía contener su emoción. Sabía que no lo hubiera logrado de no ser él.

Sin darle tiempo a Mycroft de responder, la castaña volvió a estrujarlo entre sus brazos y a plantarle un beso en la mejilla.

— ­­Anabeth... —frunció los labios en una delgada línea al recibir un segundo y tercer beso en el mismo lugar—. Detente, por favor. Me alegro por ti. Pero también me gustaría volver a respirar, si no es mucha molestia. —habló en un tono plano, aun preso en el abrazo que no se molestó en corresponder.

La Clase del 89' (Mycroft y tú)Where stories live. Discover now