Capítulo 37

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Anabeth caminó por las frías calles de Londres. Una fresca correntada de aire impactó contra su rostro, produciéndole un escalofrío. Los días ventosos comenzaban a ser más frecuentes en la ciudad Londinense, lo que anticipaba la inminente llegada del otoño.

La joven levantó el cuello de su saco y siguió caminando con su mochila a cuestas. No debía llegar tarde. Aunque la idea de saltearse las clases se le hacía cada vez más tentadora.

A lo lejos divisó el establecimiento y apretó el paso. Al igual que ella, otros estudiantes se dirigían hacia la entrada. Todos tenían la misma mirada de desazón en sus rostros. Algunos incluso arrastraban los pies con resignación como reclusos caminando hacia sus celdas.

"Ni siquiera ha terminado la primera semana de clases y ya necesito vacaciones." Se lamentó, uniéndose a sus compañeros.

Caminó por los pasillos atestados de estudiantes. Según su nuevo horario, ahora tendría química los jueves y viernes, así que se dirigió al laboratorio.

Al entrar, se encontró con las caras conocidas de siempre. Entre ellas estaba la del pelirrojo, sentado en la misma mesa al frente de la clase.

Anabeth se acercó.

— Hola, Mycroft. —tomando asiento junto a él—. ¿Tienes idea de a quién tendremos este año?

— Buenos días, Anabeth. ­—levantó la mirada de su libro y la observó—. Naturalmente, sí. La profesora Crane. —sonrió con diversión al ver a la castaña desplomarse sobre su asiento en un auténtico gesto de frustración.

— No es posible. —dejó caer su cabeza contra la mesada y tiró de sus cabellos, exasperada—. ¿Por qué a mí? —gimió con desgana.

— Cálmate. No es el fin del mundo.

Mycroft rodó los ojos con fastidio al observar los gestos exagerados de su compañera.

— ¿Cómo puede ser que esa vieja siga dando clases? ¿Es que nunca se va a jubilar?

— Crane tiene 56 años, no es tan mayor. —habló con obviedad—. Y sí, volveremos a tenerla. Ya acéptalo.

— Este año va a ser un suplicio. —murmuró, aun con la frente pegada a la mesa.

— No es como si enseñarle a usted fuera un cuento de rosas, señorita Smith.

Anabeth se congeló en su lugar al oír esa voz.

"Mierda. ¿¡En qué momento entró al laboratorio?!"

— Lo siento profesora Crane. —se apresuró a decir, enderezándose sobre su asiento cual soldado.

— Y más vale no volverme a faltar el respeto. No querrá comenzar el año con el pie izquierdo. ¿Verdad, Smith?

— S-sí, profesora. —dijo cabizbaja.

Anabeth observó por el rabillo del ojo a su amigo. Mycroft la miraba con diversión y se notaba que estaba haciendo un esfuerzo por no sonreír.

"No te rías, infeliz. No es gracioso." Masculló entre dientes.

Cuando Crane les dio la espalda, la castaña le dio un pequeño codazo en las costillas a modo de reprimenda. Mycroft solo amplió su sonrisa.

— Crane tiene razón. —susurró en su oído. —el verdadero suplicio es enseñarte a ti, Anabeth. —habló con malicia, haciendo alusión a sus clases de matemática.

Esas lecciones interminables habían conducido al joven hasta los límites de su paciencia.

— Guarde silencio, señor Holmes. —Crane llamó su atención—. No querrá usted también empezar el año con el pie izquierdo, ¿verdad? —advirtió, haciendo que el resto de los alumnos voltearan a ver al pelirrojo con curiosidad. Era la primera vez que algún profesor lo retaba.

La Clase del 89' (Mycroft y tú)Where stories live. Discover now