Cartas

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17 de julio, 1989.

Hola, Mycroft.

Como puedes apreciar en esta carta, el avión no se cayó. Ya llegamos a la nueva casa y solo nos queda desempacar las últimas cajas (mi espalda está matándome). Lo bueno es que ahora puedo guardar los instrumentos en mi cuarto. Ya no me congelaré en el garaje, como sucedía cada invierno en Londres.

Pero ya basta de mí. De todas formas, ambos sabemos que no te interesan este tipo de trivialidades. ¿Cómo están Sherlock y tú? Me cuesta admitirlo, pero extraño nuestros partidos de ajedrez y resolver casos con el enano. Te pediría que le des un abrazo de mi parte, pero temo que corra riesgo tu integridad física, así que mejor no.

Como sea, solo escribo para saludar e informar que aquí aún no tenemos teléfono. Ya descubrí la razón. Resulta que hubo una tormenta hace un par de días y una rama se desprendió, cortando varios cables. Ahora mismo la cuadra entera se encuentra incomunicada. Divino, ¿no crees?

Te avisaré cuando vengan los de la compañía telefónica a solucionar el problema. Hasta entonces, seguiré comunicándome por este medio... Si es que no muero antes, claro está. Papá sigue acostumbrado al sistema de manejo de Londres. A veces se olvida que acá se conduce por la derecha. Es una suerte que aún no hallamos chocado contra un poste.

Espero que te encuentres bien y tu verano no sea demasiado aburrido. Saluda a Maggie y a Siguer de mi parte.

Atte: Anne.



***



1 de noviembre, 1989.

Hola, Mycroft.

Ya estoy por entrar a Harvard. Mañana me mudaré a mi nuevo cuarto en el campus. Estoy que muero de los nervios. De seguro debes estar en una situación similar, aunque intentes no demostrarlo. Tomará un tiempo acostumbrarse a la vida universitaria, pero supongo que eso es parte de la experiencia.

Es increíble que ya estemos en la universidad. Es de no creer, o al menos yo no me lo creo. Te deseo mucha suerte en Oxford, aunque conociéndote por el genio que eres, sé que no la necesitarás.

Solo quería consultarte algo: ¿recibiste mi carta anterior?

Me sorprendió mucho tu falta de respuesta y sí, al principio supuse que quizá se perdió por el camino. Pero... como un buen amigo me dijo una vez: el universo rara vez es perezoso.

Como sea, solo quería avisarte que la compañía de teléfono restauró el servicio. Así que abajo dejaré adjunto mi número por si... ya sabes.

Aunque, siendo sincera, entiendo tu razonamiento. Sé que a la larga terminaríamos perdiendo el contacto. No tiene caso prolongar esto si no lo deseas. Yo tampoco quiero seguir escribiendo cartas que nunca obtendrán una respuesta.

Por eso, a partir de ahora, el resto dependerá de ti. Tienes lo que necesitas para contactarme. De mi parte, siempre tendrás la puerta abierta. Cualquiera sea tu decisión final, la entenderé.

Atte: Anne.



***



15 de marzo, 1990.

Mycroft.

Te escribo por última vez para despedirme. Sé que al redactar esto estoy rompiendo la promesa de mi carta anterior. Pero lo creí necesario. Quizá por una necesidad imperiosa mía de darle un cierre definitivo a este ciclo.

¿Sabes? Estuve pensando por varios días qué podría decirte si finalmente me animaba a escribirte de nuevo. No miento al decir que este es mi décimo octavo borrador, pero sé que será el definitivo.

Al final llegué a la conclusión de que no es necesario decirte nada, porque ya sabes todo. Siempre sabes todo, Mycroft. Ese es tu don. Por ende, no me explayaré en un largo testamento sentimentalista. Además de que ese no es mi estilo. Así que seré breve.

En estos dos años te has convertido en una persona muy importante para mí. Y no puedo hacer otra cosa más que agradecerte por todos los momentos que vivimos juntos. Fue un jodido honor que me dejaras entrar en tu vida.

Te deseo la mejor de las suertes. Sé que llegarás lejos, porque jamás te conformarías con menos, jirafa testaruda.

Te quiero Mycroft Holmes.

Atte: Anne.

PD: Sí, escribí "te quiero". Ya, búrlate si quieres.

La Clase del 89' (Mycroft y tú)Where stories live. Discover now