Capítulo 42

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Viernes. 11:58 AM.

— Para la clase que viene tienen que leer el texto de la página 49 y responder el cuestionario. ¿Hay preguntas?

La clase permaneció en silencio. Algunos alumnos negaron con la cabeza. Al ver que nadie habló, el profesor de historia consultó su reloj de pulsera y cerró su manual.

— En ese caso, que tengan buen fin de semana y nos vemos el próximo lunes. —saludó, al tiempo que sonaba la campana, marcando el final de la última hora—. Pueden salir.

Anabeth comenzó a recoger sus cosas. Al ver que su compañera de banco no se movía le dio un ligero empujón.

— Clary, arriba. Ya terminó la clase. —murmuró, sacudiendo a la rubia.

La joven, que hasta ese entonces había dormitado plácidamente sobre el banco, se enderezó de un salto.

— ¿Eh? ¿Qué hora es? —murmuró. Entrecerró los ojos, esperando a que estos se acostumbraran a la luz natural.

— Hora de que nos vayamos. Recoge tus cosas.

— Ah, sí. Ahora voy. —habló aún somnolienta.

Las jóvenes salieron al pasillo y reanudaron su plática.

— Tienes que acostarte más temprano, Clary. No puedes seguir así. —le regañó, observando las prominentes ojeras bajo sus ojos.

— Lo sé. El problema es que, con mis hermanitos jugando, mi casa siempre es un griterío. El único momento donde tengo algo de paz y puedo concentrarme es en la noche.

— En ese caso, ven a mi casa el domingo por la tarde y estudiemos juntas. —sugiere—. Así el lunes estarás más descansada.

— Sí... buena idea. Gracias, Anne. —la rubia hace una pausa, antes de añadir—. ¿Hoy a la tarde estás libre? Así podemos comenzar a repasar.

Anabeth negó con la cabeza.

— Tengo vóley.

— Agh... Cierto. Siempre se me olvida. —abre su casillero, sacando su mochila—. ¡Suerte!

— Gracias. Hasta el domingo.

Las jóvenes se despiden y parten en direcciones opuestas; Clara hacia la salida. Anabeth hacia el comedor.

Luego de un almuerzo rápido, la castaña camina sin prisas hacia la zona más apartada del campus. Como de costumbre, Mycroft ya se encontraba tendido bajo el roble, con un nuevo libro entre sus manos.

Al percibir las pisadas familiares, alza la mirada en su dirección.

— Anabeth.

— Mycroft.

La joven deja su mochila en el césped y toma asiento frente a él.

— Veo que finalmente reparaste la suela de tu zapato. —dedujo el joven, con aire desinteresado.

— Y yo veo que compraste otra novela de Charles Dickens.

— Viniste al colegio en auto, lo que significa que llegabas tarde. ¿Por quedarte dormida, quizá? —elevó una ceja inquisitiva.

— Comiste tostadas con mermelada en el desayuno.

— Mermelada y queso, de hecho. —corrigió.

— Agh, maldita sea. Siempre me falta algo. —chasqueando la lengua.

Mycroft sonrió con suficiencia.

— ¿Y bien? ¿Qué sucede? —preguntó la ojimiel, luego de una pausa.

La Clase del 89' (Mycroft y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora