Capítulo 36

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Mycroft se adentró en la propiedad. Podía percibir la música aumentando de volumen con cada paso que daba, así como el olor a comida en el aire. Siguió los pasos de Anabeth hasta encontrarse de nuevo en la cocina. La castaña se detuvo para servirse un vaso de agua y le ofreció uno a él.

El joven aceptó la bebida, no porque tuviera sed, sino porque sería una buena excusa para quedarse allí, lejos de la muchedumbre que se conglomeraba en la sala.

— ¿Cómo estás?

No era una pregunta casual, sino de control. Anabeth quería saber si su amigo estaba manejando bien el asunto de la interacción social. Sabía que un ambiente como este podría abrumarlo o estresarlo.

Mycroft elevó una ceja, conociendo sus intenciones. Decidió ser honesto.

— Mejor de lo que pude haber anticipado. —dio un largo trago, antes de añadir—. Debo admitir que no esperaba ser... bienvenido en tu círculo de amistades.

— ¿Y qué esperabas exactamente? —habló con diversión—. ¿Creías que la fiesta entera se detendría apenas cruzaras la puerta de entrada? Lamento decepcionarte, pero no eres el centro del universo, Holmes.

Mycroft sonrió a medias.

— No seas idiota. Yo solo me planteé la situación y formulé posibles escenarios dentro de mi cabeza. La mayoría no muy agradables, he de admitir. Pero jamás llegaré a ese nivel de exageración.

— ¿Y de qué te serviría eso exactamente? —Anabeth se apoyó contra la mesada, observando a su amigo—. Tan solo te pones nervioso por algo que ni siquiera sabes si ocurrirá o no.

— Me gusta estar preparado para cualquier eventualidad. —contestó con simpleza.

— Creo que lo que a ti te gusta es complicarte la existencia. —objetó la castaña, dando un último sorbo a su bebida.

— No es complicar. Se llama prevención.

— Sí, lo sé. Pero tampoco debes evaluar el riesgo de cada situación en la que te encuentres. A la larga solo impide que puedas disfrutar de las pequeñas cosas de la vida.

— ¿Se supone que ahora eres filósofa?

— Son las 2 de la madrugada. Suelo ponerme reflexiva a estas horas. —se encogió de hombros sin culpa—. Aun así, lo que dije es cierto.

— Ejemplifica.

Anabeth elevó una ceja con suspicacia.

— Bueno... Digamos que te has concentrado tanto en intentar "sobrevivir" a la fiesta... —haciendo comillas con sus dedos—. Que no has comido nada desde que llegaste. Sigues con tu abrigo puesto a pesar de que ya estamos en un ambiente cálido, lo que significa que inconscientemente eres reacio a ponerte cómodo y, en su lugar, te muestras listo para irte de un momento a otro. Tampoco has prestado atención a la música. Ni siquiera para decir si es buena o no. Tan solo la percibes como un ruido de fondo, lo que te impide apreciarla. ¿Me faltó algo más?

Mycroft la observó con perplejidad, pero logró disimularlo de manera convincente. No iba a reconocer que la deducción de Anabeth había sido perfecta. En su lugar, tan solo se abstuvo a desviar la mirada con desdén.

— Al fin y al cabo, no eres capaz de disfrutar las pequeñas cosas. —sentenció, haciendo caso omiso al orgullo del pelirrojo.

"Podrás hacer todas las muecas que quieras, Holmes. Pero aún no estoy escuchando que contradigas mis palabras." Pensó la joven con diversión. Sabía que se había anotado un tanto a su favor.

La Clase del 89' (Mycroft y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora