Capítulo 62

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Principios de julio.

Anabeth caminó hacia el instituto. Llegó temprano, por lo que se quedó con algunos compañeros platicando cerca de la puerta. No tenía muchas prisas por entrar al edificio.

Aquel era un día especial. Se notaba en el ánimo renovado de los alumnos. Era la magia del último día de clases.

Los chicos se despidieron de ella y entraron. Anabeth los hubiese seguido, de no ser por el auto negro que divisó a lo lejos, perteneciente a la familia Holmes.

El vehículo aminoró la marcha hasta finalmente detenerse junto a la acera. A los pocos segundos Mycroft se apeó, reparando en la presencia de la castaña casi al instante.

— Hola, Mycroft. —se acercó a él.

— Anabeth. —pronunció con su cara de póker habitual.

— Vamos, hombre. Sonríe un poco. Es nuestro último día.

El muchacho rodó los ojos.

— No tengo motivos para sonreír el día del hoy. —aseveró, haciendo una mueca de disgusto—. Los profesores no nos darán clases y tendré que soportar a los simios de mis compañeros que harán alboroto por seis horas consecutivas.

Los jóvenes se hicieron a un lado para hablar. De todas formas, aún faltaban unos minutos para que toque la campana.

No todos son simios. —objetó, haciendo que el genio elevara una ceja con aburrimiento—. Pero sí reconozco que hoy es un día perdido.

"Y considerando que el acto de cierre de fin de año fue ayer... No habría ningún motivo para estar aquí." Reflexionó la castaña, enarcando una ceja.

— Ajá... —Mycroft la observó de hito en hito—. Como sea. Me encantaría continuar esta plática, pero tengo una tediosa clase de literatura a la que asistir. Con permiso. —pasó de ella, dirigiéndose hacia la puerta.

— Espera.

El joven se detuvo y volteó a verla.

— ¿Qué ocurre?

— Dime algo. ¿Alguna vez has... roto las reglas?

— No.

— ¿Te gustaría romperlas? —sonrió de lado y movió las cejas.

— ... ¿No? —dijo lentamente, sin entender a qué venía la pregunta.

Anabeth llevó una mano a su frente con frustración.

— Mira, tú mismo lo has dicho. Hoy no nos enseñarán nada nuevo. Tendremos dos horas de literatura donde seguramente nos pondrán una aburrida película... —tarareó como quien no quiere la cosa—. Seguido de algunos juegos con el profesor de historia y una interminable clase de química con Crane.

— Anabeth... —pronunció con cautela—. ¿Cuál es tu punto?

— Simple. —continuó—. ¿Te gustaría saltearte las clases?

Mycroft parpadeó dos veces, consternado.

"Debe ser una broma."

— ¿Disculpa?

— Disculpa aceptada. ¿Qué dices? ¿Eh?

— Es absurdo. —rio por lo bajo—. Sabes perfectamente que no podemos hacer eso. Tomarán asistencia y...

— ¿Y? —se encogió de hombros—. No estarás esperando obtener la medalla a la asistencia perfecta, ¿o sí?

— Ese premio fue descartado cuando me enfermé en febrero. —negó con la cabeza, volviendo al tema de interés—. Y no desvíes la conversación. Lo que sugieres es completamente irresponsable y doblemente inconcebible.

La Clase del 89' (Mycroft y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora