Capítulo 45

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Principios de Diciembre.

El frío no daba tregua en la capital londinense. Poco a poco las lluvias torrenciales dieron paso a las primeras nevadas, anticipando así la llegada del invierno.

Anabeth salió del instituto. Sintió como el aire helado le cortaba el rostro. Ajustó su bufanda y comenzó a caminar. Como de costumbre, Mycroft se encontraba al pie de las escaleras esperándola.

El joven elevó la mirada al cielo, el cual se encontraba completamente despejado. Aun así, el sol no brillaba con la suficiente fuerza como para derretir la nieve acumulada a los costados de la calle y en los tejados.

"Hoy tampoco podré comprobar mi teoría." Pensó el pelirrojo, mirando con disgusto el cielo azul.

— ¿Nos vamos? —habló la castaña, una vez que se encontraba a su lado.

— Después de ti. —hizo una pausa, antes de añadir—. Supongo que hoy tampoco aceptarás mi propuesta.

— Nop. —tarareó, sonriendo un poco al hacerlo.

Mycroft elevó una ceja con extrañeza.

— Estás particularmente alegre el día de hoy. ¿A qué se debe? 

Comenzaron a caminar.

— ¿No es obvio? Hoy dimos nuestro último A-Level. ¡Somos libres!

— "Libre" es un término relativo. Aun debemos seguir asistiendo a clases. —le recordó.

— No seas aguafiestas. Quizá para ti no signifique nada, pero para el resto de los mortales representa un alivio.

— ¿En serio, Anabeth? ¿Los exámenes te resultaron difíciles? —sonrió de lado, observándola con una expresión escéptica.

La joven apretó los labios y desvió la mirada.

— Okey, okey. Sí fueron fáciles. —admitió, odiando tener que darle la razón a su amigo—. Pero eso no quita el hecho de que estuve muy estresada este último mes.

— Solo porque tú lo quisiste de ese modo. —le pinchó—. Te dije que pasarías con honores.

— Aún no nos entregan las notas.

— Lo sé, pero eso no significa que no tengo razón.

Anabeth rodó los ojos, ya acostumbrada a los comentarios egocéntricos de su amigo.

— Sí, sí. Lo que tú digas. —agitó su mano en un gesto despreocupado—. No voy a cantar victoria hasta que me entreguen mis calificaciones.

— Eres consciente de que, sin importar cuanto lo pospongas, tarde o temprano terminarás dándome la razón, ¿verdad?

— Cállate.

Mycroft sonrió con suficiencia, regresando su vista al frente.

Siguieron caminando bajo los débiles rayos del sol hasta llegar al hogar de la castaña. En esta ocasión, el auto de la familia Holmes no se encontraba estacionado frente a la propiedad.

Anabeth abrió la puerta de su casa, dejándolo pasar. Dejaron sus mochilas y abrigos en la sala y tomaron asiento en el sofá.

— Ya dominas a la perfección Everybody wants to rule the World. ¿Hay alguna otra canción que quieras tocar?

Mycroft la observó. Sin poder evitarlo, una pequeña sonrisa se asomó por la comisura de su labio. Había extrañado sus lecciones de batería. Luego del regreso a clases, ya no pudo ir a la casa de los Smith con la misma regularidad. 

La Clase del 89' (Mycroft y tú)Where stories live. Discover now