Capítulo 58

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Eran comienzos del tercer trimestre.

Si bien los días se habían vuelto más cálidos, logrando desplazar finalmente ese molesto frío invernal, las tormentas aún no tenían intenciones de dejar la capital londinense. Anabeth contempló con fastidio la cortina de agua que caía sin tregua a las afueras de la cafetería.

Suspiró, sabiendo que ese día tampoco podría tenderse bajo el roble. En su lugar, se colocó junto a una de las mesas y aguardó pacientemente a que su compañera de Vóley terminara de firmar su anuario escolar.

— Aquí tienes, Anne. —sonrió Jessica, tendiéndole el libro.

— Gracias, Jess. Nos veremos en la cancha.

La morena asintió en acuerdo y regresó a su almuerzo.

Anabeth dejó a su compañera en paz y caminó hacia la mesa más apartada del comedor, donde cierto genio se encontraba enfrascado en su lectura. 

Tomó asiento frente a él y abrió el anuario, leyendo lo que le había escrito la morena.

<< El entrenador me enseñó a jugar. Pero tú me enseñaste a ganar. Voy a extrañarte, Anne. Siempre fuiste una gran capitana... Aun cuando me regañabas por errar los saques. ;)

-Jess >>

Anabeth rio al leer la última oración.

"Y con eso se completa la lista." Levantó la mirada, observando al pelirrojo. "Bueno... En realidad, no."

— Mycroft... —canturreó, sacándolo de su lectura.

— Creí haber sido lo suficientemente claro el mes pasado. —le recordó, con voz queda—. Sabes lo que pienso respecto a esos anuarios.

El muchacho había regresado a su frialdad habitual. Ninguno de los dos volvió a hacer mención del episodio en el garaje. Pero la ojimiel tenía certeza, basado en la conducta y estado de ánimo renovado de su amigo, que todo había resultado para mejor.

— ¡Solo es una firma! —le reprochó, sin entender por qué era tan reacio a la idea.

— No. —siguió con la mirada clavada en su lectura.

Ella apretó los labios en una fina línea. Tomó el anuario y atentó con revoleárselo por la cabeza. Sabía que no valía la pena, por lo que solo volvió a depositarlo arriba de la mesa con desgana.

— Agh... ¿Sabes qué? Olvídalo. —apoyó la mejilla en su puño y desvió la mirada a un costado.

Mycroft rodó los ojos y levantó la cabeza, observando a su amiga con aburrimiento.

— No entiendo por qué le atribuyes tanta importancia a esa cosa. —señalándolo con la cabeza—. La mayor parte de la gente solo escribe dedicatorias por compromiso. No porque realmente vayan a extrañarte.

— Hmm... Recuerdo haber pedido tu firma. No tu opinión.

— Idiota.

Anabeth sonrió de lado, satisfecha de haberlo fastidiado un poco para variar.

— Pero ya, en serio. ¿Qué tienes en contra de los anuarios? Sé que retiraste el tuyo la semana pasada.

— En primer lugar, fue por insistencia de mi madre. No por voluntad propia. —se apresuró a responder—. En segundo lugar, los considero un símbolo de la hipocresía estudiantil. Permíteme mostrarte.

Sin pedir permiso, tomó el anuario de la castaña y le echó un vistazo. Su ceja se elevó ligeramente al descubrir que había por lo menos seis páginas repletas de notas y frases de despedida. Anabeth definitivamente se había tomado en serio su trabajo de recolectar firmas.

La Clase del 89' (Mycroft y tú)Onde histórias criam vida. Descubra agora