Capítulo 63

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La tormenta azotó Londres por los siguientes diez días. Las ventiscas trajeron consigo frío y humedad. Mientras las gotas de lluvia golpeaban el cristal de la ventana de forma intermitente, Anabeth tomó el último libro de su biblioteca.

Lo colocó junto a los otros y cerró la caja, sellándola con cinta adhesiva.

La joven suspiró, agotada. Contempló su habitación. Las paredes, antes decoradas con posters de cantantes y bandas, ahora se veían desnudas. El ropero se encontraba casi vacío. Tan solo dejó algunas prendas esenciales, mientras que el resto había sido empacado o donado. Sus libros, discos y casetes se encontraban guardados en cajas, al igual que su material escolar y juegos de mesa.

Poco a poco, la casa se estaba vaciando.

Se puso de pie y sacudió el polvo de sus jeans. Aún tenía muchas cosas por hacer, empezando por desmantelar la batería y guardar los instrumentos en sus respectivos estuches.

Mientras se predisponía a hacer aquello, Walter la llamó desde la cocina.

— Annie.

— ¿Qué sucede? —asomó la cabeza por el marco de la puerta.

El hombre se encontraba sentado frente a la mesa, rellenando unos papeles.

— ¿Sabes dónde dejé el número de la inmobiliaria?

— ¿El papel? Mm... —al instante lo recordó—. En el modular, sobre el correo.

Anabeth lo observó con algo de pena. Últimamente estaba más distraído que de costumbre. Era de esperarse. Después de todo, él debía poner en orden todos los documentos y papelerío, hablar con los agentes de la inmobiliaria, coordinar el traslado, sacar los pasajes e informar a sus superiores en el trabajo.

Con todas esas responsabilidades sobre sus hombros, a Anabeth no le importaba ser usada como agenda personal. Cualquier reunión, número, fecha u horario quedaba almacenado en su cerebro y se lo recordaría cuando fuera necesario. Todo sea con tal de ahorrarle un poco de estrés a su padre.

— Ah, sí. Gracias. —asintió sin desviar los ojos de los documentos—. ¿Necesitas más cajas?

— No. Ya terminé en mi habitación. Ahora iba a guardar los instrumentos.

— Okey. Pásales un trapo antes de meterlos en los estuches. No quiero que los guardes con polvo. —la miró de reojo, conociendo lo descuidada que era en términos de limpieza.

— Sí, pa... —habló con desgana, dirigiéndose al garaje.

Una vez adentro, llevó ambas manos a su cintura y contempló los instrumentos, como si esperara a que mágicamente se guardaran por sí solos.

Sabiendo que eso no ocurriría, tomó un trapo, se sentó sobre el viejo taburete y comenzó su lenta y tediosa tarea. Mientras le daba una rápida pasada a la guitarra, divisó en una de las estanterías la caja de un CD.

Se puso de pie y lo agarró, descubriendo que se trataba de uno de los álbumes de los Rolling Stones.

"El que me regalaron las chicas por mi cumpleaños."

Recordó que lo había usado unas tres semanas atrás en una de sus prácticas. Por descuido, jamás lo regresó a su lugar.

"Genial. Me acuerdo el día y la hora en que lo traje. Ah, pero no soy capaz de volver a guardarlo. Ahora tengo que meterlo junto con los otros en la caja... Que ya está sellada con cinta."

Maldijo internamente y guardó el CD en uno de sus bolsillos para no olvidárselo. Mientras reanudaba su tarea de limpieza, se descubrió a sí misma pensando en sus amigas.

La Clase del 89' (Mycroft y tú)Where stories live. Discover now