Capítulo 29

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Cuando el reloj marcó las seis, dieron por finalizada la clase de batería. Anabeth pudo percibir el cambio en el estado de ánimo de su amigo. Se veía mucho más relajado. Aun así, ella se preguntaba cuál podría haber sido la causa de su enojo.

Desplazó el pensamiento de su mente. Sin importar la causa, eso ya era historia. Mycroft se veía bien y era lo único que importaba. Pudo verlo en sus ojos. En cómo sonreía mientras tocaba, en cómo la escuchaba atentamente absorbiendo sus conocimientos y en cómo maldecía cuando cometía algún error. Supo que había una chispa allí. 

En ese momento, Anabeth se dio cuenta que esa clase sería la primera de muchas otras.

— Creo que dos horas semanales sería razonable.

— ¿Te parece bien los lunes por la tarde de 4 a 6? Para no perder la costumbre. —sugirió ella. Los lunes siempre fueron sus días de reunión durante el año escolar.

Mycroft asintió en acuerdo.

— Sí, si no te resulta inconveniente. —hizo una pausa antes de añadir—. No tienes que hacerlo si no quieres. No deseo ponerte en un compromiso o...

Anabeth levantó la mano para detenerlo.

— Mycroft, en serio, no me molesta. En realidad, me das algo que hacer durante el verano y también me sirve para practicar. —lo tranquilizó, despejando cualquier sombra de duda en su rostro.

— Está bien. Pero si te molesto solo házmelo saber. 

— Siempre eres molesto, pero no por eso te dejo de visitar. —bromeó, ganándose un pequeño empujón por parte de su amigo.

— Has pasado demasiado tiempo con Sherlock.

— Nah, yo solía molestar a la gente mucho antes de conocer al Mini-Holmes.

Una pequeña sonrisa se formó en los labios del pelirrojo ante la mención del nombre. Cualquiera que osara a referirse hacia su hermanito haciendo uso de algún apodo tarde o temprano lo lamentaba. El niño siempre se aseguraba de ello.

Pero con ella no ocurrió tal cosa. El porqué de que su hermanito le permitiera llamarlo de esa manera aún le resultaba un completo misterio, pero su significado era sumamente revelador.

Quizá ella no pudiera verlo. Después de todo, Sherlock jamás diría o haría algo que demostrara algún tipo de apego emocional. Pero Mycroft lo conocía mejor que nadie y sabía leer entre líneas. No tardó mucho en darse cuenta, con el correr de los meses, que Sherlock había llegado a encariñarse con Anabeth. Secretamente se alegraba por eso.

— Adiós, Anabeth. —saludó, volviendo a la realidad.

Caminó hacia el auto que se hallaba estacionado en la entrada. Larry lo esperaba con las ventanas bajas, como era de esperarse en esa calurosa tarde de Julio.

Mycroft abrió la puerta. Antes de subir al vehículo, se dirigió por última vez a la castaña.

— Gracias, por lo de hoy. —dijo con sinceridad.

Anabeth sonrió de lado.

— Nos vemos el lunes. —saludó, sin moverse del marco de la puerta.

El joven asintió y subió al auto, cerrando la puerta tras de sí. Larry puso la llave en el contacto y en instantes se sumaron al tráfico de Londres.

***

Eran las siete en punto. Walter entró a la casa con una sonrisa de oreja a oreja.

— ¡Annie, tengo buenas noticias!

— ¿Compraste helado?

— Mejor.

La Clase del 89' (Mycroft y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora