Capítulo 51

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<< Annie, nos mudaremos al final del año escolar. >>

Al escuchar esas palabras, algunas personas hubieran saltado de sus asientos, exigiendo una explicación con una expresión indignada en sus rostros. Otros se mostrarían más optimistas e incluso sonreirían ante la posibilidad de viajar y cambiar de aires. O, por el contrario, se sentirían tristes y asustados, al saber que estaban a punto de alejarse de todo lo que conocían.

Anabeth no experimentó ninguna de esas emociones. O quizá la suma de todas ellas fue tan abrumadora, que al final no supo cuál debería expresar. 

— Nos mudaremos... —repitió lentamente, manteniendo la mirada fija en los ojos de su padre—. ¿A dónde?

— Volveremos a Nueva York. —anunció, con un deje de pesar en la voz.

Walter tragó saliva, visiblemente nervioso. Sabía que tarde o temprano tendría que abordar el tema. Guardó silencio por unos instantes, pensando con cuidado sus siguientes palabras. Procuró explayarse con el mayor tacto posible. 

— Te seré honesto, Anabeth. —el simple hecho de llamarla por su nombre completo mostraba lo seria y difícil que sería aquella conversación—. Desde un principio supe que si obtenía el puesto tendríamos que mudarnos. La constructora está gestando nuevos proyectos allá, por lo que necesitaban enviar un supervisor de confianza. Yo... —suspiró pesadamente—. Lo lamento... No te lo dije antes porque nada me garantizaba que conseguiría el ascenso. No quería darte falsas ilusiones o angustiarte.

"Tenía muchas ganas de hablarte sobre la posibilidad de ir a Harvard." Se dijo para sus adentros. "Pero tenía miedo de fallar... y decepcionarte."

Anabeth asintió lentamente. Su rostro permaneció neutral mientras procesaba la noticia. Si bien procuró mostrarse en calma, lo cierto era que su cabeza era un completo caos en esos momentos.

— Está bien. No tienes porqué disculparte. Hiciste lo correcto. —le tranquilizó.

Walter sonrió, genuinamente aliviado. Había temido que cuando le confesara la verdad, ella se enfadara con él por haberle mentido —que bien podría haberlo hecho y estaría en todo su derecho— o se derrumbara frente a él y le suplicara que no se fueran, lo que también era completamente válido.

Dio gracias que no ocurrió ni lo primero ni lo segundo. Le reconfortaba saber que Anabeth comprendía la situación y lo libraba de culpas. A pesar de su carácter bromista, siempre había demostrado ser una chica muy madura para su edad.

— No sé si lo que hice fue lo correcto... —admitió—. Pero me alegra que lo veas así.

Para él, había sido una maldita tortura cargar con la noticia durante todos esos meses. El saber que quizá esos fueran sus últimos días viviendo en Londres lo habían estado carcomiendo por dentro. Sentía un profundo pesar cada vez que Anabeth mencionaba algo acerca de la escuela o de sus amigos. Le resultaba muy difícil mirarla a los ojos sabiendo que quizá, en un futuro cercano, ella ya no volvería a ver a sus seres queridos y ni siquiera tenía conocimiento de ello.

— No tengo idea de lo que esté pasando por tu cabeza en estos momentos. —continuó, al notar que ella se mantenía callada—. Pero puedes decirlo, ¿sí? Está bien si estás triste... o molesta. Sé que esto no va a ser fácil para ninguno de los dos.

— Honestamente no sé qué decir. Ni sé cómo sentirme al respecto. —se encogió de hombros con simpleza.

El hombre asintió en silencio, dándole su espacio. Supuso que necesitaría tiempo para digerir la noticia. 

Ambos tendrían que hacerlo.

— Volveré a ver a los abuelos. —dijo ella, luego de un incómodo silencio.

La Clase del 89' (Mycroft y tú)Where stories live. Discover now