Capítulo 25

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— ¡Feliz cumpleaños, Eri! —exclamó la más baja, rodeando el sofá para darle un caluroso abrazo a la homenajeada.

Anabeth observó cómo Dalia sostuvo el abrazo por más tiempo del estrictamente necesario. Era como si, indirectamente, intentara demostrar quién era la que demostraba más afecto por sus amigas.

La castaña mantuvo su expresión relajada en todo momento. No iba a permitir que la presencia de Dalia le arruinara la noche. Después de todo, Erika tenía el derecho de invitar a quien quisiera.

Mientras la azabache abrazaba fuertemente a su amiga, Anabeth recordó su conversación con Clara meses atrás en las gradas del instituto. La rubia le había revelado los problemas que debió enfrentar junto a Erika a causa de la poca, por no decir nula, participación de Dalia en los trabajos grupales.

Anabeth sabía que era solo cuestión de tiempo para que ese equipo se disolviera. Pero ella no fue la única en darse cuenta de la tensa situación. Dalia podía ser una niña caprichosa y manipuladora, pero no era estúpida. Pudo anticipar la inminente separación, por lo que decidió bajarse del barco antes de que este se hundiera.

Contra todo pronóstico había sido Dalia quien, esa misma semana, dio el anuncio de que trabajaría con otro compañero de clase. Se había disculpado por su mal comportamiento, reconociendo que no servía para trabajar en grupo y alegaba que a partir de ahora ya nos las molestaría. 

"Mentirosa." Pensó la ojimiel cuando escuchó ese patético discurso de arrepentimiento que, con total seguridad, había sido ensayado.

A pesar de todo, Anabeth reconoció que esa había sido una movida inteligente. Dalia ni siquiera les había dado la oportunidad de discutir sobre su partida o su comportamiento. Había logrado salirse con la suya, impune. Y por supuesto, Clara y Erika vieron esa decisión con buenos ojos. Sus problemas estaban resueltos sin necesidad de una incómoda conversación.

Solo Anabeth podía ver las verdaderas intenciones de la más bajita. Para Dalia, dejar el equipo era un pequeño precio, en comparación con la recompensa de seguir en buenos términos con las dos únicas amigas que le quedaban.

¿Y qué podía hacer o decir Anabeth al respecto? Absolutamente nada. Después de todo, ella trabajaba con Mycroft. Su opinión no tendría ninguna validez en ese asunto.

Desde ese entonces, para la ojimiel, Dalia se había convertido en una mosca molesta. La veía en el almuerzo, o en clase al girarse sobre su asiento. Ambas pretendían llevarse bien. No se molestaban o insultaban en público. Dalia no era tan tonta como para hacer eso. Sus enfrentamientos eran sutiles: una mirada iracunda, una sonrisa forzada, un comentario afilado. Era como un aura de tensión que se presentaba cada vez que compartían una habitación. Era imperceptible, pero allí estaba y solo ellas dos podían verlo.

Anabeth parpadeó un par de veces, regresando a la realidad. Cuando finalmente Dalia se separó de Erika, dirigió su visión a las otras dos ocupantes del sofá. Saludó con la misma efusividad, manteniendo su papel a la perfección.

Pasaron un par de minutos en lo que las cuatro comenzaron a hablar de todo y nada. La conversación se desenvolvió dentro de una atmósfera confortable. Anabeth y Dalia cruzaron miradas. No hicieron falta palabras para entenderse.

"Tregua." Pensaron las dos al unísono. "Por ahora."

Solo por esas horas. Por Erika y su fiesta de cumpleaños.

Anabeth rompió el contacto visual con Dalia y dirigió su atención de nuevo a la conversación. Esos breves momentos de paz eran como un charco en medio del desierto. Escasos, pero refrescantes.

La Clase del 89' (Mycroft y tú)Where stories live. Discover now