Capítulo 17

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Mycroft frotó sus sienes con cansancio. Era viernes por la tarde. Su profesor había llamado. La fecha del torneo de debate se había adelantado para este fin de semana. Su equipo competiría contra un colegio rival. Era un evento importante y requerían su presencia en el instituto mañana por la mañana. 

Ese cambio de planes desbarató toda su agenda. Sus padres tuvieron que hacer otro viaje de negocios y no volverían hasta el domingo por la mañana, dejándolo a él al cuidado de Sherlock. Se encontraba en un gran aprieto.

Mycroft se paseó por su habitación considerando distintas opciones. No sería posible llevar a Sherlock con él a la competencia y la sola idea de dejarlo solo estaba fuera de discusión. Normalmente, en este tipo de situaciones, recurriría a la contratación de alguna niñera.

Pero siempre surgían inconvenientes en cuanto a las niñeras de Sherlock se trataba. Su hermanito se las ingeniaba para hacer que las mujeres salgan despavoridas de la mansión. Sus raros experimentos, sumado a su gran capacidad deductiva y habilidad para llegar a ser terriblemente insoportable, lograban espantar a cualquiera. Incluso en una ocasión, una joven institutriz salió llorando de la casa cuando su hermanito había deducido que el marido de esta estaba teniendo una aventura con su mejor amiga.

Mycroft frunció el ceño, pensativo. Necesitaba a alguien que fuera capaz de controlar a su hermanito, que no se espantara con sus extraños experimentos ni saliera corriendo despavorido al escuchar sus espinosos comentarios o deducciones embarazosas. 

"Alguien como..."

Era riesgoso. Sabía que ella tenía suficiente experiencia cuidando infantes. Aun así, ningún niño, por más revoltoso y malcriado que sea, se podría comparar con cuidar a Sherlock.

Mycroft, sin saber a ciencia cierta las consecuencias de sus acciones, tomó el teléfono. Era su última alternativa. En cuestión de segundos, la voz de Anabeth Smith se escuchó al otro lado de la línea.

La última vez que la había llamado, la castaña había hecho un trabajo aceptable entreteniendo a su hermanito con ese llamativo experimento. Pero esto sería diferente. No se trataban de dos horas, sino de todo un día a su cuidado. Sería un verdadero desafío.

Si Anabeth lograba aguantar a Sherlock por un día entero, la consideraría como su niñera permanente. Incluso estaba dispuesto a ofrecerle una retribución monetaria de ser ese el caso.

— ¿¡Todo un día!? Debes estar demente. —fue lo primero que dijo al escuchar su propuesta.

— Puedo darte una remuneración, si eso ayuda. —ofreció cortésmente.

— Mycroft, no necesito que me pagues... —suspiró. 

"Aunque... Tendría que hacerte ese favor. Tú me ayudaste con matemática. Es lo correcto."

— Creo que es justo que acepte. En retribución por las clases de matemática.

— ¿Debo interpretar eso como un sí?

— Sí. ¿A qué hora debo estar allá?

— Salgo mañana a las 10. De preferencia me gustaría que estuvieras aquí antes de mi partida.

— De acuerdo. Arreglaré con mi padre. Te veré mañana.

— Hasta entonces. Gracias, Anabeth.

— De na... —la comunicación se cortó—. da... Dios, ¿qué tiene este chico con los teléfonos? —renegó para sí, observando el aparato.

***

9:37 AM, mansión de los Holmes.

Walter se estacionó frente a la propiedad. Anabeth se despidió con un beso en la mejilla y se apeó del vehículo. Vestía unos vaqueros holgados arremangados por encima del tobillo, una playera negra estampada y zapatillas. Era un conjunto cómodo y funcional. Llevaba el pelo suelto, sin maquillaje, un reloj pulsera y su adorada mochila sobre su hombro.

La Clase del 89' (Mycroft y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora