Capítulo 32

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Mediados de Agosto. Hogar de los Smith.

— Mycroft, vete. —ordenó la castaña al sentir la mirada del pelirrojo a sus espaldas.

— Solo estoy observando.

— No. Te conozco. Estás asechando y ni siquiera eres disimulado. —objetó al tiempo que bajaba la flama y tomaba una espátula del cajón.

— ¿Puedo...? —sus ojos viajaron tentativamente a la mesa.

— Ya te dije. No puedes comértelas.

Mientras decía eso observó por el rabillo del ojo al joven, quien disimuladamente daba un paso más cerca de la fuente de galletas recién horneadas.

— Tendrás que perdonar mis antojos. Tus galleras son muy dulces y suaves. Es difícil resistirse...

— Gracias. Pero tus halagos no harán que cambie de parecer.

— ...lo que resulta irónico. —continuó hablando—. Considerando lo amarga que es la persona quien las prepara.

Anabeth bufó con fastidio. Tomó un trapo húmedo y se lo aventó a la cara. Mycroft esquivó el ataque sin dificultad. Recogió el objeto, lo dobló pulcramente y lo colocó sobre la mesa. Con el paso del tiempo se había acostumbrado a las reacciones infantiles de su compañera.

La joven dirige su atención al chocolate que estaba batiendo. 

Con ayuda de una espátula, vertió el contenido dentro de la manga pastelera y comenzó a decorar

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Con ayuda de una espátula, vertió el contenido dentro de la manga pastelera y comenzó a decorar. Cuando ya llevaba un cuarto de la fuente, se dio cuenta que Mycroft seguía allí de pie, sin mostrar intenciones de retroceder. Ella detuvo su tarea y volteó a verlo con severidad.

— Como me llegues a robar una sola galletita te corto los dedos, Holmes. —amenazó.

— Agh, por todos los cielos. ¿No me puedes dar una al menos?

— El palo de amasar por la cabeza te voy a dar si no te apartas en este instante.

Mycroft sonrió falsamente. Aun así, por su propio bienestar, se apartó de la mesa. Anabeth jamás había cumplido sus violentas amenazas, pero tampoco deseaba tentar al destino.

La joven, al ver que retrocedía, suspiró con cansancio y relajó su expresión.

— Ya te lo expliqué. Estas galletas son para Clara por su cumpleaños. No puedo dejar que las comas. Incluso yo estoy haciendo un esfuerzo para no echarles mano. —explicó, reanudando su tarea—. Eso me recuerda... —hizo una pausa, dibujando un patrón particularmente complicado—. Mycroft, nunca me dijiste cuando es tu cumpleaños.

El joven elevó una ceja, extrañado por el repentino cambio de tema.

— No entiendo por qué la gente le da tanta importancia al asunto. La fecha que conmemora mi nacimiento tiene el mismo nivel de relevancia que cualquier otro día del año.

La Clase del 89' (Mycroft y tú)Where stories live. Discover now