Capítulo 38

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Principios de octubre.

Anabeth y Mycroft se encontraban en el comedor de la escuela. Tomaron asiento en una de las mesas que se encontraban al fondo del lugar, apartada de la multitud. Afuera, llovía a cantaros y todo apuntaba a que la tormenta no cesaría hasta dentro de una hora o dos. Era el clima habitual durante esa época del año.

El joven dirigió su mirada hacia la puerta que daba al patio e hizo una mueca de disgusto. Detestaba cuando no podía ir a leer debajo del roble. Era el único lugar del instituto donde podía hallar paz, lejos del mar estudiantil. Por desgracia, la biblioteca no era una opción puesto que siempre estaba cerrada luego del horario del almuerzo.

— Juguemos a algo. —dijo la castaña, sacudiendo las migas de pan de la mesa.

Mycroft sale de su ensimismamiento, regresando su atención hacia la joven. Se encogió de hombros. Supuso que un poco de distracción no le vendría mal. Sería una forma de pasar el tiempo.

— ¿Qué sugieres?

— Mmm... —sus ojos recorren el comedor, en busca de algo con lo que entretenerse. De pronto, su mirada se centra en un par de jóvenes sentados a solo un par de metros de ellos—. Ya sé. ¿Qué te parece deducir al estudiante?

Mycroft sonrió con suficiencia.

— Yo siempre gano.

— Lo sé. —se encoje de hombros—. Pero me resulta entretenido verte revelar la vida de un completo desconocido.

— Intentando apelar a mi ego... ¿Es esta alguna especie de manipulación? —inquiere elevando una ceja con suspicacia.

— Quizá... ¿funcionó?

— Sí. ¿Por quién quieres empezar?

Anabeth reprimió una risa.

"Okey, eso fue fácil."

— ¿Qué te parece la rubia de allá? La de trenzas.

El genio dirige su mirada a la joven mencionada. En menos de cinco segundos, dice su veredicto.

— Nueva. De segundo año. Diestra. De buena posición económica. Extrovertida y sufre de alergias. 

— Genial.

El chico negó con la cabeza, dando a entender que el alago no era necesario.

— Ahora es tu turno. Dime como lo hice.

— ¿Para qué? Si ambos sabemos...

— No... —canturrea con diversión—. Quiero saber si eres capaz de seguir mi razonamiento. Tómalo como un ejercicio. Es bueno que entrenes tu mente.

Anabeth rueda los ojos con cansancio. Aun así, acepta el desafío de buena gana. Comienza a observar a la chica rubia.

— A ver... Diestra porqué está sosteniendo su lata de refresco con la mano derecha, buena posición económica porque todo su uniforme es nuevo y de marca, al igual que su mochila, reloj y pendientes. Nueva porque nunca antes la he visto por acá y... —entrecerrando los ojos para ver mejor—. Lleva la blusa con cuello reglamentaria por debajo de la chaqueta y todos saben que solo los nuevos cumplen con esa patética regla del código de vestimenta. Se nota que es extrovertida porque está hablando con otras cuatro jóvenes. Así que damos por supuesto que es rápida entablando amistades para ser nueva. Le resulta fácil socializar.

— Vas por buen camino. ¿Algo más?

— Por último, en los 20 minutos que estuvimos aquí sentados, se ha rascado el codo y los antebrazos reiteradamente. Posiblemente algún sarpullido que es, en el caso más probable, producido por alergias. —dice esto último con una sonrisa triunfal.

La Clase del 89' (Mycroft y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora