Epílogo

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En las noticias se había anunciado que ese fin de semana sería frío y lluvioso. Mycroft hubiera preferido gastar el breve receso primaveral en la comodidad de su habitación, preparándose para sus futuros exámenes.

Pero su madre, como de costumbre, tenía otros planes. Su voz a través del teléfono había sido clara y terminante: debía pasar las Pascuas con ellos.

Sabiendo que no había escapatoria, el joven universitario empacó sus pertenencias y salió de su reducido pero confortable cuarto en Oxford.

El viaje por carretera duró alrededor de dos horas

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El viaje por carretera duró alrededor de dos horas. Condujo sin prisas y, pese a las malas condiciones climáticas, llegó a su hogar en el tiempo estimado.

Al llegar, sus padres salieron a recibirlo y lo saludaron afectuosamente. Siguer intentó cargar con su equipaje, pero Mycroft se rehusó alegando que era perfectamente capaz de cargar la pequeña maleta por su cuenta.

Ingresó en la casa, rápidamente detectando el inconfundible olor de la salsa de tomate que emanaba desde la cocina.

"Lasaña." Dedujo al instante. "Uno de mis platos favoritos. Madre se ha esmerado esta noche."

— ¡Sherlock! Tú hermano está aquí. Baja a saludar. —exclamó Margaret en alto, obligando al niño a salir de sus aposentos.

— ¿Por qué yo tengo que bajar a saludar? Si de todos modos él subirá a dejar sus pertenencias. —refunfuñó mientras bajaba por las escaleras.

— Siempre es un placer volver a verte, hermano mío. —sonrió con condescendencia, haciendo que el menor rodara los ojos.

Una vez que el rizado estuvo al nivel del suelo, los hermanos cruzaron miradas.

— Sherlock.

— Mycroft.

El mayor dio dos zancadas, achicando la distancia entre ellos y abrió los brazos, abrazando a su hermanito. Sherlock al principio se retorció incómodamente, como siempre lo hacía solo para terminar cediendo ante la muestra de afecto.

Mycroft sonrió para sí. Le hubiese gustado decir que su relación fraternal había mejorado, pero sería una mentira. Simplemente al no estar en permanente convivencia, las peleas entre ellos habían disminuido considerablemente. Ahora el escaso tiempo que compartían juntos se había vuelto más valioso para ellos.

El pelirrojo quiso creer que Sherlock finalmente estaba comenzando a madurar.

— Estás más alto. —observó, volviendo a ponerse de pie—. Un centímetro más alto desde la última vez.

— La pubertad apesta.

— Forma parte de la naturaleza humana, Sherlock.

— Aun así, eso no quita el hecho de que siga apestando.

La Clase del 89' (Mycroft y tú)Where stories live. Discover now