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Steve se dejó caer en el sillón.

Permitió que su cabeza descansará, mientras las ideas se amontonaban.

—Te ves fatal. —Bucky entró a la Oficina del rubio.

—Eso no lo animara, James. —Sam, un nuevo recluta y confidente, miro con reproche al castaño.

El Capitán cerró los ojos.

—Steve, anímate, en poco será el gran día.

—Tony no quiere verme. —Por fin dijo lo que tanto lo mortificaba.

La última vez que lo vio, fue hace casi dos semanas.

Anthony no lo recibió en todos esos días.

—Bueno, si me permites opinar...—Wilson tentó el terreno—, debiste decirle tus razones.

—¿Y crees que ese niño caprichoso le iba a creer?

—Bucky. —Gruño el rubio.

—Es la verdad, Steve. —Se defendió el sargento—. Dijeras lo que dijeras, él no iba a cambiar de parecer.

El soldado suspiro.

Tal vez tenía razón; además, no quería espantarlo, mucho menos presionarlo.

—Tranquilo Capitán. —El moreno le sonrió sincero—. Todo se arreglara.

—Exacto. —Barnes le dio la razón a Sam—. Ve el lado positivo; una vez casados, el niño Stark ya no podrá evitarte.

—A veces no puedo creer que seas tan frívolo. —Wilson miro mal a Bucky.

—¿Qué dije?

Steve sonrió por primera vez en el día.

—Gracias chicos. —El Capitán comenzó a reir—. Desde un inicio sabia que esto no sería fácil.

Tanto Sam como James asintieron.

Bucky miro a su hermano.

Recordaba perfectamente el día en que vio al niño ese.

Parecía ser alguien completamente imposible; petulante, egocéntrico y algo narcisista.

Él ni en un millón de años se hubiera fijado en él.

Sin embargo, para Steve era como ver al más hermoso de todos los Ángeles.

Lo sorprendió, si era sincero. Él siempre creyó que Rogers terminaría con Margaret.

Giros que dan la vida.

—¿Y no estas nervioso? —Preguntó James, queriendo relajar el ambiente—. Te casas en sólo un par de días.

El rubio carraspeo, para después sonreír enamorado.

—Lo estoy. —Admitió mientras se sobaba el cuello—. Aunque también estoy ansioso... Tony se verá precioso, estoy seguro.

Wilson sonrió contento por su nuevo amigo y Bucky también.

Él lo vio caer, crecer y soportar el peso de la vida.

James estaba orgulloso de Steve... Estaba orgulloso de su hermano.

Lo mínimo que merecía era felicidad.

—Espero tengas tu traje listo. —El castaño se dirigió al moreno.

—¿Yo?

—Claro ¿Acaso no pensabas ir? —Reclamó el sargento.

Sam comenzó a tartamudear sin saber que decir.

—Tienes que ir Sam. —Rogers le sonrió brillante—. Alguien tiene que calmar mis nervios.

Falcón asintió.

Sería todo un honor. 

SerendipiaOnde histórias criam vida. Descubra agora