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Tony rodó los ojos con cansancio.

Últimamente sentía su cuerpo más pesado de lo normal, como una extraña fatiga momentánea.

—Oye... Tú, gorila. —Uno de los soldados tenso la mandíbula seguramente harto de él—. Tengo que ir al baño.

—Deja de molestar Omega.

—A mi Alfa no le agrada que me hablen así. —Presumió y jugo Anthony. El soldado hizo una mueca de fastidió—. No digas que no te lo advertí.

Una última mirada le fue dada para después quedar sólo, atado en esa incómoda silla

—¿Jarvis?

—"Dígame señor". —Desde el reloj, Tony podía comunicarse con su I.A.

Esos idiotas eran tan inocentes o Anthony no era un Omega normal.

—¿Enviaste mi ubicación?

—"Listo, señor".

Tony asintió para sí, antes de mirar por todos lados. Era cuestión de esperar la llegada de su Alfa. Mientras tanto, tenía que esconderse o en el peor de los casos, ingeniárselas y armar algo que le sirviera para defenderse.

Pero la suerte no estaba de su lado, por qué a los cinco minutos, entró el sujeto que planeó su secuestro.

—¿Incómodo? —Pierce entró con pasos seguros y una sonrisa burda—. Espero que no. Jamás me perdonaría que el Omega del gran Capitán América diera una mala referencia de nuestra hospitalidad.

El genio no contestó.

Alexander continuó caminando a su alrededor, mareandolo quizás un poco.

—Anthony Edward Stark... —Se paró detrás de él y susurró a su oído—, entregame la armadura.

El Omega se tenso.

—No voy a entregarte nada. —Tony cerró los ojos aguantando las náuseas que le provocaba el olor de Pierce—. Hay cosas con las que no puedes jugar.

—¿Y quién dice que jugaré con ella? —El Alfa mayor comenzó a reír muy cerca de él—. Planeó apoderarme de Hydra, luego de SHIELD y finalmente... Matar a tu adorado Alfa.

El hijo de Howard quería soltarse en ese instante y plantarle un buen puñetazo en el rostro.

—¡Eres un...!

—No es algo de lo que tengas que preocuparte, Omega. —Alexander tomó sus cabellos y los jaló con fuerza, exponiendo su cuello—. No vivirás para presenciarlo.

Anthony respiraba de manera acelerada.

Era un maldito maniático; aún no comprendía cómo Margaret dejo que ese Alfa estuviera en su agencia.

—No vas a tocar a mi Alfa. —Amenazó el castaño—. Eso te lo juro.

Una carcajada llena de burla se escucho en el cuarto.

Pierce negó divertido.

—¿Qué podría hacer un Omega en tu condición?

Tony se congelo.

Su cabeza procesaba dichas palabras una y otra vez. ¿Condición?

—¿Qué?

El sujeto lo miro con superioridad.

—¿No lo sabías? —El mayor se puso enfrente de él y lo olfateo, causando más náuseas en el genio—. Apestas a Omega preñado.

Tony sintió el peso de la noticia.

Su cuerpo comenzó a temblar asustado, como si todo el miedo que trató de esconder, saliera a la luz. Negó... Él no podía...

—Mientes.

—Mmmm no, no lo creo. —El Alfa sonrió torcidamente—. He matado a varios Omegas en cinta. Jamás podría confundir ese olor.

El genio quiso tocarse el vientre por inercia, pero los lazos que amarraban sus muñecas se lo impidieron.

—Pero...

—Anthony... —Pierce se acercó a su rostro— ¿Que sentirá el Capitán América al perder a su pareja? O mejor aún ¿Crees que luchará después de saber que no sólo te perdió a ti, sino que también a su cachorro?

Las feromonas de Tony lo traicionaron y dejaron esparcir su miedo, dándole una completa satisfacción al Alfa enfrente suyo.

Los ojos cafés del Omega se encontraban perdidos.

Tenía que escapar, salir de ahí.

—¿Dónde está la armadura? —Preguntó por última vez Pierce con un gesto serio, apunto de perder la paciencia.

Una explosión sonó muy cerca de ellos.

En los pasillos se escuchaba como los soldados corrían a socorrer a los demás.

Alexander lo entendió.

El Capitán había llegado por su Omega.

SerendipiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora