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Luego de un largo chequeo por parte de Sarah y saber que fue enfermera con anterioridad, Tony le preguntó bastante sobre Steve.

Qué le gustaba, qué le desagradaba, qué es lo que buscaba, cuál era su pensar.

La rubia le respondía todo con una gran sonrisa.

Anthony desplegaba un aroma a Omega enamorado.

Más dulzón, reconfortante y atractivo para el Alfa en cuestión; incluso era cálido.

—Todo está en orden. —La señora Rogers le sonrió—. El celo se fue completamente.

El castaño suspiro en alivio.

No soportaba sentir su cuerpo tan... Necesitado.

—Steve... ¿Está bien? —Preguntó con inseguridad.

La mujer le sonrió cariñosa.

—Sólo un poco preocupado por ti. —La rubia le acarició el cabello—. Realmente él...

Se calló.

Ella no era nadie para meterse en asuntos de su hijo y su pareja.

—¿Señora Rogers?

—Por favor, dime Sarah. —La Omega lo miro a los ojos—. Soy tu suegra y tenemos confianza.

Anthony le regresó la sonrisa.

La tarde paso más rápido de lo normal.

Steve se había encerrado en la habitación, Sarah había salido y Tony trató de hacer lo que jamás en la vida imagino.

Cocinar.

Negó ante lo idiota que estaba siendo.

—Realmente me gusta. —Se dijo en voz alta, dando una explicación a su extraña hazaña.

Trato de dorar el pan, pero término todo negro y duro, luego, trató de hacer una simple sopa... Salió todo menos la sopa.

—Soy un asco.

—¿Tony? —El Alfa lo miro asustado y preocupado.

El castaño lo miro con pena.

—Lo siento, es que... —Pensó cualquier excusa tonta—, t-tenía hambre.

El rubio miro la cocina y comenzó a reír leve.

—¡Oye! —Se quejó el Omega.

El soldado negó divertido.

—Si tenías hambre, pudiste decirme. —Steve se adentro a la cocina y comenzó a limpiar la zona—. Puedo cocinar para los tres.

Tony maldijo su perfecta sonrisa.

El Alfa se movió con elegancia en la cocina.

"Mi hijo a pasado por cosas duras; cuando yo me enfermaba, él tenía que hacer la comida con lo poco que teníamos, y cuando estaba en misiones, era cocinar su propia comida o morir de hambre"

—Te ves familiarizado con esto. —Dijo el castaño, mientras lo veía cocer la carne del refrigerador.

—Tuve que aprender.

El hijo de Howard se había dado cuenta, de que Steve no era de las personas que contará mucho de él.

—¿Puedo ayudar? —El Omega realmente quería cocinar algo decente para los Rogers.

El Capitán sonrió y asintió.

Los dos se pusieron manos a la obra; Rogers indicándole como hacer la cosas y Tony siguiendo las instrucciones.

Hacían un buen equipo.

—Por cierto... —Steve lo miro por un momento—, le pedí a tu padre que conservaras el apellido.

El pequeño genio levantó la mirada sorprendido.

Hace unos días lo hubiera agradecido, de verdad que si, pero ahora...

—Sino tengo tu marca y no tengo tu apellido ¿Cómo puedes decir que estamos casados? —Reclamó el castaño.

El Alfa lo pensó.

—Tenemos tiempo. —Fue su única contestación.

De alguna manera, eso logró molestar al más joven.

—¿Sabes? A veces odio tu maldita amabilidad. —Gruño Tony, dejando todo en la mesa.

El rubio lo siguió.

—Tony...

—Me dijiste que tú no cancelarías el compromiso, que nos casáramos, pero ahora soy todo menos tu esposo. —Ni el se entendía.

—... No quiero incomodarte, quiero darte tiempo...

—Sé más egoísta.

Los ojos azules del soldado lo miraron fijamente.

Los minutos pasaron.

—¿Quieres que sea más egoísta? —El Alfa se le acercó y lo encerró en la pared.

El castaño no apartó su mirada.

Por el contrario, lo reto.

Steve sin dudar de sus movimientos, lo tomó del cuello y lo beso.

Tony jadeo en el beso.

Steve lo tomó de la mejillas para que el genio no se apartara y tener más acceso.

El cuerpo del soldado lo presionaba contra la pared dejándolo sin salida.

Sintió el colmillo de su pareja rasgar su labio, pero también morderlo sensualmente para adentrar su lengua.

Tony se sentía acalorado.

El sonido era húmedo; Steve le estaba dando un beso en toda regla.

—Ste... —Sus labios fueron jalados por los dientes ajenos sin llegar a lastimarlo.

—Tony.

Las manos del Capitán se posaron en la cintura del castaño y lo abrazó, aun besándolo.

El hijo de Howard sentía sus piernas temblorosas.

El soldado dejó su boca y él aspiró con fuerza.

—Si fuera egoísta, ya te tendría en mis sábanas llevando a mis cachorros. —Susurró Steve a su oído.

El rubio lo dejó y volvió a cocinar.

El Omega sentía su corazón frenético.

¿Qué demonios fue eso? 

SerendipiaWhere stories live. Discover now