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Más tarde ese día, encerrado en su cuarto, Tony escuchó un gran estruendo fuera de la casa.

Asustado y curioso, se asomo a ver cual era la causa.

Casi salta en su lugar al ver como Howard daba indicaciones de donde poner sus piezas, sus computadoras, mesas... Su taller entero

Incluso Babas venía con ellos.

Feliz, salió de su habitación, para ir directamente a la puerta.

Steve hablaba con su padre y los demás trabajadores ingresaban a uno de los pisos de arriba.

—¡Babas! —El robot se volvió loco en medio de todo, cuando escucho la voz de su "Papá".

El Omega comenzó a reír al ver su desastre.

—Anthony, destruirá la casa. —Dijo Howard, mientras Steve sonreía.

Tony lo calmo con una gran sonrisa.

Ahora lo tenía todo.

En su mente ya estaba haciendo planos, creando ideas y teorías.

—Cuando terminen, te enseñare en donde será tu taller. —Rogers lo miraba con adoración.

Tony se sintió tembloroso, pero muy agradecido.

Toda la tarde se la pasaron dando indicaciones; Sarah se sumó cuando llegó.

Fue un proceso largo y tedioso.

Sin embargo, valía la pena.

Para las 3 de la mañana, Todo el taller estaba en orden, una que otra caja fuera, sin relevancia.

—Gracias. —Anthony tomó la manga del Capitán y le sonrió—. El taller es todo para mí.

—Te dije que haría cualquier cosa por ti. —Steve le regreso la mirada.

Ambos quedaron atrapados en los ojos del otro.

Detallandolos, admirandolos, apreciandolos.

El soldado hizo el ademán de poner su palma en la mejilla ajena.

Pero el Omega cayó al suelo.

—¡Tony! —Cargarlo no sería un impedimento, y lo hubiera hecho de no ser por las feromonas de Anthony que lo golpearon con fuerza.

Había entrado en celo.

El Capitán respiraba erráticamente, sus pupilas se delataron y su mandíbula hormigueo en claro signo de morder.

Su calor corporal se elevó al igual que la de Tony.

Un tirón en el vientre lo hizo retroceder.

Y lo pudo sentir... El lazo que los unía.

—¡Steve! —Su madre entró y tiro la charola que llevaba con ella.

—Llevatelo. —Steve se arrastraba lejos de la salida, dándole espacio a su madre.

La rubia no dudó, se pasó un brazo de Tony por el hombro y salió de ahí lo más rápido posible.

A lo lejos, escuchó la puerta cerrarse con seguro, junto con los gruñidos y lamentos de su hijo.

Cerró los ojos.

Nadie había estado preparado para esto. 

SerendipiaOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz