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Steve caminaba de un lado a otro, con un gesto neutro, tal vez pensando.

—Me estás mareando. —Tony se encontraba cruzado de brazos, viendo a su esposo dar vueltas.

—Ya es tarde. —Los ojos azules mantenían la preocupación que no expresaba.

El castaño bajo la mirada también angustiado por su suegra; el reloj marcaba las 12.

Suspiró.

—Hey. —Anthony camino hacia el Alfa y lo obligó a detenerse—. Vamos a buscarla.

El rubio lo pensó.

Los ojos de su Omega lo calmaron por un momento y le permitió aclarar su mente.

—Yo iré a buscarla. —Steve tomó las manos de su pareja y beso el dorso—. Quédate, por favor. Puede que llegue y...

—Yo te aviso. —Terminó Tony.

Ambos asintieron. Steve tomó su chaqueta y antes de salir de la casa, miró por unos segundos al castaño.

Regresó sus pasos y beso a su pareja.

Tony correspondió la caricia entusiasmado.

—Te amo. —Susurró Steve cerca de sus labios.

—Yo te amo más. —Anthony sonrió.

Finalmente, el Capitán salió dispuesto a buscar a su madre.

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Una llamada de SHIELD desvío su camino.

Sarah se encontraba ahí, mientras era atendida por unos agentes. No le dieron muchos detalles, sólo le pidieron que fuera lo más rápido posible.

Al llegar a la agencia, lo primero que hizo fue verificar que su madre estuviera bien.

—¡Steve! —Su madre lo abrazo inmediatamente.

El rubio aspiro el aroma de su madre y logro calmar a su lobo interno. Estaba ahí, con él, sin ningún daño grave.

—¿Estás bien? ¿Qué paso? —Rogers miraba por todos lados a la rubia.

Heridas superficiales fue lo que alcanzo a ver.

—Estoy bien, sólo... —Las manos de Sarah temblaban—, estábamos en el patio y después...

El miedo corrió por su cuerpo. Steve negó con la cabeza, diciéndole silenciosamente que no necesitaba una explicación y dejó que llorará en su hombro.

No la forzaría.

—Esta bien, tranquila, ya estoy contigo. —Al soldado le dolía verla así.

Pasaron los minutos y Sarah logró calmarse, pero no volvieron a tocar el tema. Varias médicos se encargaron de checar sus heridas y desinfectarlas.

Algunos rasguños y uno que otro moretón.

—Steve. —Margaret mantenía una postura demasiado seria.

El rubio la siguió hasta la oficina.

—¿Qué sucedió?

—Hydra, eso sucedió. —Peggy no estaba nada contenta—. Las atacaron mientras llevaban a cabo su reunión. Las demás se encuentran conmocionada, no entienden que fue lo que pasó.

—¿Están heridas?

—Superficialmente. —Contestó Carter—. Y eso me preocupa.

—¿Qué? —Steve no entendía.

—Hydra no deja a nadie vivo. —Las palabras sonaban tan frías—. Quién atacó, quería llamar tu atención.

Rogers se quedó mudo.

A los segundos entendió... Cómo pudo ser tan estúpido.

Alarmado, salió de ahí con el alma en la boca. Los gritos de Peggy no lo detuvieron.

—¡Steve! —La castaña le pisaba los talones.

—Traten de comunicarse con Tony. —Dio la orden, al mismo tiempo que salió de la agencia.

Alterado, subió al carro y arrancó directamente a su casa.

El tiempo se le hizo eterno, el camino más largo de lo normal.

—¡Demonios! —El soldado pegó al volante. Estresado, aceleró.

Su pecho se contrajo cuando vio a varias personas rodeando su hogar.

Estaciono el carro y bajo con prisa; se abrió paso entre la gente.

Su cuerpo tembló cuando vio a varios policías despejar la zona y algunos bomberos rocear lo que quedaba de su casa.

—¡Todos atrás!

—¡Tony! —Steve corrió con el miedo recorriendo su cuerpo.

—No puede pasar señor.

—¡Es mi maldita casa! —El Capitán vio con terror los escombros.

Negó, su Tony no podía estar ahí.

—Señor...

—¡¿Dónde está mi Omega?!—Rogers tomó al policía de las solapas y lo zarandió como si él tuviera la culpa.

—¡Calmese!

Steve gruñó causando que el señor se estremeciera.

—Steve... —Bucky apareció atrás de él, poniendo su mano en el hombro—. Tienes que calmarte.

El rubio dudó por un instante, pero después soltó al sujeto. Respiraba errático.

—Bucks... Tony...

El castaño entendió.

—¿Qué es lo que sabe? —Preguntó Barnes con seriedad.

El policía que hace momentos se encontraba en las garras de Steve, carraspeo.

—Vecinos llamaron alarmados por las explosiones que se produjeron en este lugar.

El rubio tenso la mandíbula.

—¿Y mi Omega? —El Alfa de cabellos claros comenzó a inpacientarse de nuevo— ¿Dónde está?

—No había nadie ahí dentro. —Aclaró el tipo.

Steve sentía la desesperación tragarlo vivo.

SerendipiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora