Serendipia

8

Los días fueron relativos.

Para Steve, fueron eternos.

Para Tony, fueron extremadamente rápidos.

El Omega se miro al espejo; pese a no querer casarse, se veía bien.

—Realmente te queda el blanco. —Rhodey le sonrió con sorna—. Hasta pareces puro.

—Soy puro y casto. —El castaño lo miro de mala gana.

Todos en la casa estaban como locos corriendo de aquí para allá.

Su madre, y seguramente la de Steve, estaban asegurándose de que la Unión se concretará sin problemas.

A Tony se le revolvía el estómago.

—Tranquilo. —James lo tomó del hombro y le dio ánimos—. Sabes que cuentas conmigo, para lo que sea.

Anthony asintió no muy seguro.

—Rhodey, yo...

—¿Qué pasa Tony?

El pequeño genio lo pensó. No podía meter a su amigo en esto.

—Necesito aire. —Mintió—. Si viene mi madre, dile que estaré fuera por un momento.

El moreno no hizo más que asentir.

El Omega salió de la habitación y corrió por la casa.

La cabeza le daba vueltas y el corazón le latía rápido.

¿Se escaparía?

Paró el paso ¿De verdad lo haría?

Inevitablemente a su mente llegaron los ojos de Steve.

Sí se escapaba... ¿Rogers lo buscaría?

—¿Estás bien?

Se sobresalto al pensar que estaba solo.

Su mirar café se encontró con una hermosa mujer. Rubia y de ojos azules; le resultó familiar.

—Si, yo... Gracias por preguntar. —Anthony contestó con toda la cortesía.

La mujer le sonrió maternalmente y le tocó el rostro sudoroso.

—Eres encantador. —Más que palabras vacías, la mujer lo decía sinceramente.

—G-Gracias.

Había algo en esa dama que lo hacía estar en paz, que le brindaba un cálido calor.

—Deberías estar feliz. Hoy es tu boda. —La rubio le sonrió con cariño.

Él simplemente bajo la mirada.

—Debería.

—Oh. —La mujer pareció entender.

Ambos permanecieron en silencio.

Ninguno se atrevía a romper el cómodo ambiente.

—¿No quieres casarte con el Capitán Rogers? —Preguntó con cautela la fémina de cabello claro.

El Omega no supo que contestar.

Respiró profundo y ni así salieron las palabras.

—No debe ser fácil cargar con tus pensamientos. —Comenzó la rubia—. Yo, de igual manera estaría asustada.

El castaño por fin la miro.

—Es más, creo que yo ya hubiera cruzado esa puerta hace mucho. —Comentó en broma.

Tony sonrió.

—Supongo que soy muy tonto.

—O muy valiente para afrontar las cosas. —La señora, lo miro, tratando de traspasar la barrera que él había impuesto—. El Capitán es...

—¿Son más halagos? —Interrumpió el castaño. Estaba harto de siempre escuchar lo mismo.

—Más que halagos, es la verdad. —La dama sonrió cálidamente—. Conozco a Steven; es un chico humilde y lleno de ilusiones. Nunca fue el gran Alfa que ahora todos admiran, es por ello que le cuesta abrirse a las personas y confiar.

Tony, por primera vez, escucho atentamente.

—Él, siempre a soñado con encontrar al amor de su vida, y lejos de desear el poder y la riqueza, él sólo anhela el bien de su familia. —La mujer parecía orgullosa de cada una de sus palabras—. De pequeño sufrió abusos, humillaciones y golpes; él más que nadie puedo comprender la situación en la que estás. Todos aquí piensan que los Omegas pueden ser pisoteados, y Steve detesta eso.

El castaño no dijo nada.

—Sí te cuento esto, no es para hacerte desistir de tu decisión, pero, conociendo al cabezota de Steve, sé que el no te ha confesado todo. —Las manos de la señora tomaron las suyas—. Él siente algo muy especial por ti, y creeme cuando te digo que sólo quiere lo mejor para su Omega. Es más, si tu le dijeras que no, él no te obligaría a nada y aceptaría tu decisión.

—Le dije que terminara el compromiso y no lo hizo. —Argumentó el castaño.

—Y no lo hará. —Sonrió la rubia—. Él no quiere hacerlo, sin embargo, si tu lo haces, bueno, él no lo impediría.

El Stark pensó en lo dicho.

No sabía que hacer.

—Lo pensaré. —El castaño le sonrió agradecido.

La mujer, le regresó el gesto.

—Es un gusto conocerte Anthony.

—¿Cómo es qué...?

—Mi nombre es Sarah Rogers. —La fémina de ojos azules, le beso la mejilla—. Y tal vez, tu suegra en un futuro.