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[3 meses después]

Steve corría por el campo militar con un herido sobre sus hombros.

La misión había sido arruinada por un agente doble cara.

Gruñó cuando sintió el ardor en su pierna; una bala lo había alcanzado.

—"¿Estás herido?" —La voz nerviosa de su Omega inundo su oído.

Respiró profundo para tratar de calmar el ardor y la incomodidad.

—No es relevante.

—"¡Maldición Steve!" —Tony se alteraba con facilidad—. "Salgan de ahí, les cubriré la espalda".

Rogers no hizo más que confiar en su esposo.

Siempre lo haría.

Decenas de armaduras cubrieron el lugar y comenzaron a combatir contra los soldado de Hydra.

Eran destruidas con facilidad, pero dejándole el tiempo suficiente para subir a la nave y salir de ahí... Con vida.

Varios agentes comenzaron a practicar primeros auxilios con el hombre que traía consigo.

Algunos quisieron acercarse a él, sin embargo no lo permitió.

En estas situaciones, no soportaba el olor de nadie que no fuera su Omega.

Tomó una venda e hizo un torniquete.

No se preocupó de más, el suero actuaría en su defensa.

Cuando llego a la agencia, lo primero que vio fue los ojos preocupados de Anthony.

Sentía culpa y felicidad por tener alguien que lo recibiera.

—Tony... —Estiro sus brazos y dejó que el joven escondiera el rostro en su pecho.

Su aroma lo inundo y no hizo más que abrazarlo con más fuerza.

La marca en el castaño cosquilleo, incluso Steve lo sintió.

—Idiota, tengo que atenderte. —El genio lo arrastró dentro de las oficinas, hasta llegar a la enfermería.

Las señoritas que se encontraban, salieron de ahí, dejando a la pareja sola.

—Estoy bien. —El rubio admiro la destreza en que Tony se deshizo del torniquete y procedía a desinfectar la herida.

Sonrió sin pensarlo.

Había aprendido rápido.

—Más te vale que sea así. —Los grandes ojos de su Omega lo escanearon—. No quiero imaginar lo que haría Sarah sino fuera de esa manera.

El rubio no lo soporto más; ver la preocupación y el amor con que lo trataba Anthony, causaron una agradable sensación en su pecho.

Cálido y reconfortante.

Tomó las mejillas del más joven y lo beso.

Lo beso con todas las ganas que reunió en esas dos semanas.

Tony correspondió a la caricia, además de profundizarla.

De poco en poco, el castaño se fue posicionando entre las piernas del rubio.

Esté lo agarro de la cintura y lo pegó a su cuerpo.

Ciertamente, desde aquella vez que consumaron su matrimonio y crearon el lazo, no lo habían dejado de hacer.

El calor, el aroma y las sensaciones en su cuerpo los hizo adictos.

Anthony amaba la forma en que Steve lo tomaba; caliente, posesivo, territorial. Por su parte, el soldado alucinaba con la forma tan sensual, pícara y ardiente en que Tony se dejaba hacer.

Aún recuerda la última felación que su Omega le hizo.

Jadeo cuando el pequeño genio tocó su pene sobre la ropa.

—Tenemos cuentas que saldar, soldado. —El castaño lamió sus labios y después beso su barbilla, para comenzar de nuevo con su tarea de curar la herida.

Rogers estaba sudando de la excitación.

Anthony era perfecto.

—Tony... —El Capitán lo miro intensamente—, te amo.

El hijo de Howard estaba dispuesto a darle una respuesta, pero fueron interrumpidos.

—¡Bruce no está! —James Barnes entró como un loco a la enfermería.

No le importó si interrumpia o si lo matarían después, algo en su pecho le incomodaba y el terror lo embargaba.

Quería a Bruce Banner con él.

SerendipiaWhere stories live. Discover now